Instituto Electoral del Estado de México

140210-1c

Quizá por la llegada del “Año del tigre” en el calendario de los chinos o en oportuna evocación de la conducta de Emilio Azcárraga Milmo, quien se autodefinió como “un soldado del presidente”, Fernando Gómez Mont (todavía), secretario de Gobernación ha admitido tal grado para darle el portazo a quienes ya lo ven fuera de Bucareli después del público y definitivo desacuerdo contra la dirigencia del PAN (aliancista contra natura) y por consecuencia contra el jefe de ese partido, Felipe Calderón Hinojosa quienes además es jefe del Poder Ejecutivo y patrón suyo.

La hora del enredo se presenta calmuda y lerda y no permite avizorar la hora del destrinque, como dicen los marinos.

Persiste la nudosidad en las correas de mando y hasta ahora no se sabe cómo va a salir de esta confusión de doble lealtad y hasta doble identidad Don Fernando Gómez Mont quien si bien le jura sumisión y respaldo político a su superior por otra parte le tira a la misma persona la renuncia.

“Esta es — ha dicho Manuel Espino– la consecuencia de haber borrado la frontera entre el partido y el gobierno”. Como si eso fuera una novedad, como si no lo hicieran todos los políticos cuando les llega el dorado momento de servirse del partido para resolver las urgencias del gobierno y viceversa.

En su reciente libro, “Volver a empeza”, Espino se apoya en Manuel Gómez Morín (quien a pesar de su desaparición física hace ya muchos años sigue siendo el Papa de esa congregación política) y cita:

“…un partido tiene derecho de llevar sus programas y sus hombres al gobierno; pero ese mismo gobierno en el momento de llegar a serlo, deja de ser el partido para ser la representación de la Nación…”

Pero como hayan sido las cosas hay un elemento simbólico en todo esto cuya importancia no es posible soslayar: si un hijo del origen se aleja con cajas destemplada y guarda para sí el secreto “profesional” a voces, las cosas andan mal. En las actuales condiciones, cuando los partidos se definen en la ley como entidades de interés público (y por ello reciben dinero del erario) las cosas deben ventilarse en público, no en el cenáculo ni en el gabinete.

El partido no se ha plegado a la obediencia de su doctrina, sino a la conveniencia de su jefatura. Y cuando alguien habla ahí de mando, no mira al señor Nava, mira un poco más hacia Chapultepec y se olvida de la avenida Coyoacán.

–¿Cuál será el resultado de todo este enredo de alianzas? Por lo pronto, en Oaxaca, un proceso riesgoso, y en momentos violento cuyo resultado final no se dará en las urnas sino en los tribunales, pues la judicialización de los procesos electorales en México se ha convertido en una forma nuestra de la segunda vuelta.

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Podría parecer una simple cuestión ornamental y por tanto innecesaria, pero la incorporación de una sola palabra en el artículo 40 de para definir la nuestra como una república constitucionalmente laica, tiene notable importancia especialmente cuando se cumplen los 150 años de las Leyes de Reforma cuya elaboración fue en su tiempo, el mayor salto de México hacia la modernidad.

Pero la Iglesia Católica, Apostólica y Romana (ICAR) supo esperar el momento propicio y en el sexenio de Carlos Salinas halló el cómplice ideal para intentar de nuevo el asalto a un poder perdido. Hoy un grupo de mexicanos –con la ley en la mano–, les dice con todo respeto a los ministros del culto cuya pretensión es convertir el púlpito en tribuna política –y obviamente a todos los demás–, atrás de la raya.

Por eso vale la pena releer el pronunciamiento de los diputados del PRI en torno de esta adición:

“Elevar a rango constitucional el carácter laico del Estado no tiene la intención de atacar religión alguna ni evitar que los mexicanos ejerzan a plenitud sus derechos más sentidos; se trata de proteger la libertad religiosa y que la máxima Ley se constituya en elemento de unidad de los mexicanos”.

Dijo César Augusto Santiago:

“…a pesar de la definición de la laicidad establecida en la Ley de Organizaciones Religiosas y Culto Público, las interferencias del Estado en las actividades religiosas y la intervención de estas asociaciones en los debates públicos, habían complicado el vínculo entre una y otra instancia, por lo que resultaba necesario hacer las modificaciones necesarios para propiciar una relación pulcra y libre… honrando la esencia de los mexicanos, levantaremos otra vez la mirada de la gente en este Congreso, que es la mejor garantía de la cordialidad y de la libertad”.

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Otro de los ámbitos donde urge claridad institucional, una separación entre el proselitismo, la propaganda y el servicio público, es en la Comisión Nacional de Agua.

José Luis Luege, quien desde el inicio de su gestión al frente de ese organismo ha sostenido una y otra vez enfrentamientos al menos verbales contra el Gobierno del Distrito Federal y su titular, Marcelo Ebrard, se ha visto en la penosa necesidad de reconocer la imprudencia de sus palabras acusatorias en el caso de las inundaciones en “El arenal” y otras colonias de la capital con el argumento de una opinión apresurada producto de la intensidad de su trabajo y sus pocas horas de sueño.

Lo mismo podría decirse del problema del fracturado Canal de la Compañía cuyo túnel ya había sido anunciado como obra terminada y ahora vemos lejano, lejano.

Hoy cuando ya han pasado más de ocho días de la mefítica inundación, con la principal carretera del oriente cerrada, enfangada y con severos daños para cuando baje el agua, el gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, en permanentes recorridos por la zona donde se calcula en cien mil el número de damnificados permanentes por los daños cuya atención obligará a reasignar el presupuesto estatal y ponerse a trabajar con la CNA antes de la época formal de los aguaceros.

Un comunicado del gobierno estatal indica:

“…la semana que entra se estará en plenitud para que la Secretaría de Gobernación se encargue de convocar a las distintas instancias del gobierno federal, y a los gobiernos del Estado de México y del Distrito Federal para que en una mesa de trabajo se tenga claridad y transparencia sobre las obras que tendrán que realizarse en el muy corto plazo a fin de prevenir riesgos mayores en la temporada de lluvias y se asuman compromisos específicos, concretos”.

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Clara Jusdiman ha hecho posiblemente la mejor investigación (2004-2005) sociológica de campo en Ciudad Juárez cuyos resultados ahora actualiza a la luz (o a la sombra) de los hechos recientes.

De sus propios comentarios al trabajo realizado y editado por la universidad local, destaca este sobre muchos otros puntos importantes:

“… Como resultado de ese trabajo, en 2005 habíamos elaborado una lista de focos rojos que difundimos ampliamente. Advertíamos los factores económicos, sociales y culturales que contribuían a la creación de un ambiente violento y de alto riesgo en la ciudad.

“Encontramos que la adopción del modelo maquilador había generado gran demanda de trabajadoras provocando un desequilibrio entre el número de mujeres y de hombres en edades activas. Consecuencia era la presencia de una mayor proporción de hogares encabezados por mujeres solas, sin la creación de estancias infantiles.

“Observamos jornadas de trabajo mayores que en el resto del país, bajos salarios, volatilidad de horarios, triples jornadas de las mujeres, con cinco horas de sueño en promedio, de las madres de familia.

“Una proporción alta de jóvenes entre 12 y 16 desertaban de la escuela y esperaban a cumplir 16 años para incorporarse a la maquila, situación que los ponía en riesgo de ser capturados por bandas del crimen organizado ante ofertas de ingresos altos, aun comparativamente frente a los que obtendrían al incorporarse a las plantas maquiladoras…”

A pesar de esto todavía se insiste en la maquila como una posibilidad de desarrollo. Eso no es cierto. La maquila (detonadora además de la inicua especulación inmobiliaria) termina siendo un empleo de segunda en el cual los hombres y mujeres son vistos como “insumos temporales”, no como seres humanos con plenitud laboral y desarrollo social.

Eso no lo dice así Jusidman; eso cosa de esta columna. Cuando la maquila se va, por la falta de compromiso con el país la zona pasa de ser un “factory town” a un “ghost town” donde crece la violencia.

“Juárez, que tenía cerca de un millón y medio de habitantes, se está muriendo –dice CJ–, pero aún así, y ante el riesgo de intervenciones simplistas e incluso, interesadas, por parte de instituciones públicas federales, se oye una exclamación:

“Nada en Juárez, sin los juarenses”.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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