Instituto Electoral del Estado de México

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No habían sido nunca las uniones humanas en lo conyugal o lo político, materia de tanto análisis discusión, disputa, desencanto, traición y público debate como ahora; nunca generaron por su descubrimiento la batahola de los diputados, las desdeñadas reconvenciones del Ejecutivo, las incordias sin fin, los desplantes de falso arrepentimiento, las convocatorias al perdón y el más inútil de los descubrimientos: los políticos mienten, como si el engaño no fuera a fin de cuentas talento necesario para el dirigente experto en promesas incumplidas, acuerdos impublicables y traiciones a cada paso.

“La política es muy sucia, pero más sucio negarlo”; dijo alguna vez Chamberlaine.

A fin de cuentas todo este confuso asunto de las (verdaderas) alianzas electorales entre (falsos) antagonistas para frenar el (aparente) tsunami priísta, se le viene a presentar al país cuando se realizan en la ciudad de México las primeras bodas entre iguales de uno y otro sexos.

Si en las leyes del magnetismo los polos iguales se repelen y los diferentes se atraen, cosa fácilmente comprobable con un par de imanes de tlapalería, ya no son esas reglas aplicables de la misma forma a los asuntos sentimentales ni a los políticos.

Hoy la circunstancia une a los similares y al parecer también a los distintos, como en aquella vieja historia británica adjudicada a tantos (de Lord Byron a Bernard Shaw) según la cual un hombre se dolía de cómo pasaban las cosas: si de la sanción social y legal de la homosexualidad se pasó a la tolerancia y de ahí a la admisión plena, era tiempo de huir antes de verla convertida en conducta obligatoria.

En fin, es un viejo chiste británico.

Pero las alianzas en política son obligatorias; necesarias y a veces pasaportes a la sobrevivencia. Veamos la fotografía de los tres grandes en Yalta. ¿Cómo reunir a Stalin con Churchill y Roosevelt? Pues cuando los tres compartían un enemigo en común.

Si a las alianzas homosexuales no se les debe condenar por la simple elección libre de una u otra forma de ejercer la sexualidad o de hacer un papalote con el culo de cada quien, como dice la antigua recomendación popular mexicana, comparar esos casos con los maridajes políticos no genera ganancias, como le ha ocurrido al diputado Oscar Levín quien se metió en honduras innecesarias para después de manera elegante no solo ofreció las disculpas debidas a su imprudencia, sino hasta se ofreció como gestor de la comunidad “gayesca”; no obstante lo cual un organismo fantasmal, inútil y poco decorativo, el Consejo Nacional para prevenir la Discriminación, le advierte de una sanción, a la cual el legislador podría recibir con una sonrisa en la boca y un ejemplar de la Constitución en el bolsillo.

Una cosa es ofrecer disculpas y ofrecer gestorías y otra perder el fuero constitucional por cosas dichas desde la tribuna de la Cámara de los Diputados. Pero el Conapred ni eso sabe.

En fin…

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En otro rincón, hundido en enredos de naturaleza aparentemente humorística está el senador Gustavo Madero, en su permanente afán de justificarlo todo, especialmente si proviene como estas alianzas (no importa con cuánta disciplina lo nieguen mil veces) de Los Pinos. Pide calma GAM y les explica a los empresarios de la Concanaco y a la opinión pública la inexistente condición matrimonial de esas uniones.

Pues si no son alianzas duraderas, cuyo término llega con la muerte, como dicen debe ser el matrimonio, tampoco se pueden entender como “acostaditas”, “volados” o “rapidines”. Al menos eso dice el senador Manlio Fabio Beltrones quien (para variar) le gana el tanto a Madero con su mayor agudeza mental y verbal.

“Las alianzas no son un matrimonio, pero tampoco podríamos decir que es una acostadita, juntos sin compromiso. Debe haber un compromiso, ¿para qué sirven? ¿Es para que las cosas funcionen?, entonces bienvenidas las alianzas; las hemos hecho y las seguiremos haciendo. El asunto es parte de la vida democrática de un país y es parte consustancial de un sistema democrático, pero siempre nos debemos de preguntar: ¿para qué sirven?”

El gran politólogo abajeño, Vicente Fox, ya nos dijo su utilidad: nomás son para joder al otro, razón por la cual hasta él las ha descalificado.

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Pero el verdadero problema en todo este barullo es la falsedad con la cual se ha abordado. En este asunto han mentido todos, menos quienes estuvieron afuera del enjuague.

Nunca va aceptar el PAN como autor intelectual de las alianzas al Presidente de la República a quien protegen a toda costa. Es algo tan obvio como para ni siquiera insistir en el asunto.

En ese sentido, después de hablar con muchos de los involucrados en esto, no queda sino admirar la blindada lealtad (parecen priístas de los de antes; sí señor presidente) y el espíritu de cuerpo entre los panistas. Prefieren ir ellos a la hoguera (como ha sido el caso de Fernando Gómez Mont) antes de escuchar el canto del gallo y negar al maestro.

Pero algún día a alguno de ellos se les va a salir.

En el PRI hay otra cosa oculta: la colaboración fiscal con el, gobierno al cual le vendieron un perro con tres patas. Nunca aceptarán los tricolores haberse comprometido a nada más allá de lo firmado. Y hacen bien, para eso lo pusieron en el papel, para construirse una coraza en la cual se han de estrellar invectivas e inexistentes polígrafos.

En este sentido el PRI siempre llevará las ganancias: su conducta no compromete la imagen de Felipe Calderón; la exhibe, pero la del PAN la arriesga en tiempos de duda sobre su eficacia en todo lo demás (economía, inseguridad, desempleo, etc).

Este pacto le ha mostrado a la sociedad (pronto quedará demostrado) a un jefe del Ejecutivo más dedicado al asunto electoral y menos aplicado –o por lo menos en tiempos compartidos–, a las cuestiones de su cargo. Por eso he creído siempre en la ausencia del estado de Derecho; más creo en el estado político. La ley depende de la conveniencia política.

La legalidad no frena las acciones del Presidente, en todo caso se busca invocarla para protegerlo de sus actividades políticas de conducción de su partido, las cuales –por otra parte–, no son ilegales, pero sí indebidas cuando se sabe de ellas y además salen temporalmente mal.

Y cuando algo falla, como ahora, (por causa de la deliberada revelación de Peña Nieto) el equipo se cohesiona (por fidelidad, pero también por sobrevivencia) para evitar si no el incendio, sí una víctima mayor en el fuego. Son como el héroe aquel de Hermosillo, Francisco Manuel López, quien rompió las paredes del bodegón ABC para salvar algunos niños atrapados. Ellos han tirado los muros para salvar a Felipe Calderón.

–¿Cuál va a ser la consecuencia de todo esto?

Primero, el crecimiento de los rencores. Mentira si creen en una vuelta de la página como fin del desmadre. No es cierto.

La “viabilidad de la gobernabilidad” (vaya barbaridad) se ha visto ahora amenazada, diría yo como nunca antes desde los tiempos agudos y candentes del 2006 cuando el PRI evitó una crisis constitucional agravada por la presencia del Ejército en una toma de posesión “privada” (entre Fox y Calderón) la noche anterior a espaldas del Congreso.

El indicio de esta fractura en las líneas de comunicación (tan definitiva como suelen ser las conveniencias políticas; o sea fugaz) ya se ha visto desde la tarde del viernes: la airada respuesta de César Augusto Santiago al Presidente tras su sermón del jueves.

“…no son de aceptar regaños de nadie y menos de un político que carece absolutamente de calidad moral”,

“Si como afirma Calderón –dijo en un comunicado–, los ciudadanos están insatisfechos con los políticos, debe aceptar que esa insatisfacción es principalmente con él y con su Secretario de Gobernación, que han escenificado una comedia de equivocaciones, que han crispado el ambiente político nacional… nadie puede dudar que detrás de todo el incidente, esté la pretendida manipulación de Calderón…pensar que no estaba enterado de todo no es una ingenuidad, es una tontería”.

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Pero así como vienen las franquezas la política sigue, por otros senderos, en el mismo papel de los cuentos chinos.

Por ejemplo la sesión con los empresarios concanacos quienes prometen (dijo su presidente, el señor Mario Sánchez Ruiz mientras chupaba un pirulí de grosella) a crear un millón de empleos “si el Congreso y el Gobierno se comprometen a generar las condiciones de competitividad que permitan a las empresas participar en concursos internacionales».

Obviamente el condicionante señor Sánchez Ruiz no dice cómo, pero a tan osado cuanto patriótico planteamiento (¡hijo, hermano!, te luciste, le decían sus cuates), el presidente responde con la firme disposición del Gobierno para hacerlo. Hombre pues ya lo hubieran hecho ambos; han tenido tres años…

Y colorín colorado. Se fueron todos para su casa.

SERRAT

Conocí a Joan Manuel Serrat hace casi 40 años. Su música y sus canciones no me han dejado en paz desde entonces. Le reconozco talento, gusto y clase para otras muchas cosas además de la música y si se me permite decírselo desde aquí, pues personalmente cada vez nos vemos menos, le mando un saludo y un mensaje de aliento (ya debe tener muchos más importante y cercanos) y un fuerte abrazo sin palmearle la espalda…

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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