Por eso hoy una buena parte de la sociedad ha tomado partido por la señora Verduzco y otra la clasifica entre los grandes corruptores de nuestro tiempo. No me parecen justas ni su canonización ni su condena, sino todo lo contrario.

La entrevista periodística es el género más socorrido pero al mismo tiempo el más traicionado. Si por una parte una conversación puede desnudar a un personaje o trazar con sus respuestas la radiografía de su temperamento, su carácter o su obra; suele ser con frecuencia una oportunidad para el autoelogio.

A veces se convierte en una exhibición de cinismo. En otras ocasiones, casi siempre, en una oportunidad para justificar las motivaciones.

Hace muchos años entrevisté al Indio Fernández a bordo de un avión en el cual llegaría de Guatemala a la cárcel. Había asesinado a uno más en su lista de víctimas. En un momento dado de la charla, cuando platicó todo con el adobo profesional de quien justifica todo, me dijo:

—“Y cuando le pegué los dos tiros se fue pa´tras y en el suelo se me quedó viendo feo. Ya en el piso le metí los otros dos.”

Para cualquiera resulta difícil advertir la maldad en la mirada moribunda de quien ha recibido en el pecho dos balas calibre 45. Pero el Indio siempre justificó su asesinato con la respuesta viril ante el honor manchado de quien lo había abofeteado primero, sólo por defender a una jovencita a quien el cineasta quería a fuerza incorporar en el elenco de una película llamada, por cierto, México norte. Tipo delicado el difunto.

Con todas las proporciones guardadas algo similar le ha ocurrido a la Mamá Rosa, cuya casa de huérfanos se convirtió con el paso del tiempo, en un reformatorio particular (era buena para el soplamocos y los sopapos, dicen).

La definición del reformatorio no es mía, pero me parece de lo más preciso, escrito hasta ahora para describir los hechos ahí ocurridos. Es de Isabel Turrent y las confesiones de la señora, fueron vertidas en una entrevista ahora célebre de León Krauze. Cosas de La Gran Familia.

“Rosa Verduzco es —o era, hasta hace poco— una mujer optimista, de risa fácil y modos imperiosos, que creía en la perfectibilidad de los seres humanos. Para ella (cito a I.T.), no había nadie que no pudiera aprender y regenerarse. Hasta que Michoacán, un estado en vías de extinción, la engulló. El desgobierno, la descomposición social, la violencia, la droga, e instituciones como el DIF, que mandaban niños a su casa y hoy la condenan, convirtieron a su familia de huérfanos y desamparados en una correccional.

“Su gran error fue recibir a todos los que llegaban día con día, incluyendo sociópatas, ladrones y asesinos…”

En esas condiciones, cuando el género periodístico suple a las declaraciones en indagatorias judiciales y la palabra justificante pesa siempre en contra de las acciones reclamadas, el periodismo distorsiona el juicio social sobre los hechos.

Por eso hoy una buena parte de la sociedad ha tomado partido por la señora Verduzco y otra la clasifica entre los grandes corruptores de nuestro tiempo. No me parecen justas ni su canonización ni su condena, sino todo lo contrario.

rafael.cardona.sandoval@gmail.com

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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