Instituto Electoral del Estado de México

Como si fuera una muestra deliberada para decirle al mundo cómo somos cuando no queremos entender la realidad o cuando la realidad nos rebasa o nos atropella, según el caso, hemos visto salir del gobierno de Guerrero a Ángel Aguirre cuya carrera hacia la cima se debió, precisamente, a un caso de suplencia tras una matanza de campesinos en un lugar de negra memoria llamado Aguas Blancas.

En  aquel tiemplo, Aguirre sustituyó al gobernador Rubén Figueroa, hijo un hombre del mismo nombre  quien  había sido también un gobernador y cuyas peculiaridades grotescas se querían englobar bajo la palabra “folclórico”, como si el conjunto de expresiones culturales propias  de un pueblo le pudiera ser aplicado a un barbaján de tiempo completo como fue el viejo cacique.

Pero entre el palo y la astilla los muertos de Aguas Blancas revolotearon sobre la cabeza del heredero a quien bien se podría haber llamado para sustituir ahora a Ángel Aguirre en medio de un absurdo remolino basado en aquello de hoy por mi; mañana por ti cuando el país necesita consignaciones, no renuncias nada más.

Pero absurdos han  sido también los caminos para llegar a esta dimisión y la posible subida a un poder sin  poder por parte de la señora Beatriz Mojica Morgan –entre otros de quienes nos ocuparemos después–, a quien desde ahora ya le dicen “La Chucha”, no por molestar con el remoquete, sino por adjudicarle el fierro de la ganadería “chuchista”, pues fueron los miembros de “Nueva Izquierda” del PRD, quienes la elevaron –dicen sus biógrafos–, del humilde puesto de secretaria de Erick Villanueva Mukul hasta mejores posiciones en el partido y en el Poder Legislativo donde fue diputada federal y ahora secretaria de Desarrollo Social hasta llegar a la antesala del gobierno interino, signifique eso cuanto se quiera hacerlo significar, pues el próximo año habrá elecciones.

Pero mientras tanto hay otros cuya esperanza no se achica ante lo breve del interinato. Es el caso del senador Sofío Ramírez quien no cede en su aspiración, y en ese tenor David Jiménez Romo también sostiene su  desbordado interés por ganar el favor del Congreso, asunto del cual se ha retirado, al parecer, el rector universitario, Javier Saldaña.

La más reciente información nos dice cómo se dividen los del partido amarillo pues según Amalia García,  portavoz en este proceso, Carlos Navarrete,  el dirigente mayor, se reunió desde tiempo atrás de la dimisión de  Aguirre y les dijo, ustedes decidirán. No se sabe si al hacerlo los señaló con el índice o sin alzar la mirada nomás les dijo ustedes decidirán, pero esas minucias de la forma no cambian las verdades del fondo, como suele suceder.

Mientras tanto la única realidad incómoda y terrible sigue su marcha. Ya eran para ayer  29 días (y contando, dicen algunos ) y de los desaparecidos, evadido, similares y conexos, no se sabe nada de nada. No conocemos el curso de la investigación derivada de la fogosa declaración del padre Alejando Solalinde el jueves en la PGR, pero no se conoce (al menos públicamente) ni siquiera el sitio donde fue el denunciado quemadero.

Y así la vida sigue con sus tropezones, como si fuera un bailarín con ciática, porque el caso de Ayotzinapa aunque haya ocurrido en Iguala,  tiene ahora un componente sumamente extraño, pensando solamente en términos de criminología.

Tenemos un asesinato masivo, por lo menos un secuestro colectivo y ya tenemos identificados a los autores intelectuales, señalados; tenemos algunos autores materiales, algunos ya presos, como este señor Sidronio Casarrubias, que se supone que es el líder de los señores «Guerreros Unidos», pero no tenemos el cuerpo del delito.  O mejor dicho, los cuerpos de los delitos.

Por lo general, cuando ocurre un asesinato, por decir un delito típico, alguien llega y encuentra un cadáver y después averigua quién privó de la vida a esa persona. Aquí las cosas se han presentado al revés.

Sabemos que existen 43 personas evanecidas, más el alcalde, José Luis Abarca, más su esposa, quienes no están desaparecidos, sino evadidos; fugitivos, más el señor Felipe Flores, quien era el encargado de seguridad pública, imagínese usted la paradoja ¿no? La seguridad pública de Iguala, cosa de broma.

Pero lo que no tenemos son los cuerpos de los delitos, ¿dónde están las personas quienes con una enorme semejanza con Aguas Blancas, fueron interceptadas para impedir su llegada  a un lugar inconveniente para el poder, así haya sido el municipal de Abarca y su señora Pineda?

El método Aguas Blancas (por así llamar al abuso de poder) se repite. Como estaban festejando algo tan importante tal el informe de la señora esposa del presidente municipal, al frente de las tareas del DIF municipal era necesario detener a los revoltosos.

Para evitar una mancha en el momento glorioso de María de los Ángeles Pineda, cuya familia completa está señalada por nexos con el narcotráfico; el alcalde dijo (al menos así se supone con bases reales) «párenlos a como dé lugar» o frase similar, sólo para garantizar el esplendor de  una fiesta, de un baile.

No solamente los pararon, los detuvieron, a algunos los balacearon, ya sabemos de  varios muertos; algunos sin relación con el asunto;  una señora, un joven adolescente y los muchachos deportistas de la tercera división.

Y entonces, bueno, se cumplió la orden, los interceptaron, pero no sólo eso, los secuestraron, se los llevaron, y nadie sabe qué ha pasado con ellos.

Ahora bien, el procurador General de la República, Jesús Murillo Karam, ya tiene, pues digamos, todas las piezas del rompecabezas en su lugar. Ya tiene las piezas del rompecabezas, pero le falta el rompecabezas, y el rompecabezas, es según dijo el Presidente de la República, la prioridad del gobierno mexicano: encontrar a esas personas desaparecidas.

Y esto nos regresa al punto de partida. Ya tenemos certezas, ya tenemos indicios, ya tenemos evidencias, ya tenemos todo, pero  no tenemos  un elemento nacional para contener  la inconformidad.

El poeta Miguel Hernández le llamaría, como en uno de sus célebres poemas, «El rayo que no cesa», el rayo de la indignación.

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En México más de 9 millones de trabajadores perciben tres salarios mínimos o menos, lo cual hace necesario, opina el senador chihuahuense, Patricio Martínez, quien propuso la figura del “salario nivelatorio”, como un incentivo para apoyar a quienes perciben hasta tres mínimos generales al mes, para resolver así un problema visible  en  todas partes donde la carestía, el poco poder adquisitivo y demás desgracias económicas, producen reacciones violentas originadas por la  frustración y la inconformidad.

 

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Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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