La enorme marcha del fin de semana en París, donde la sociedad francesa, tan proclive a la ironía y la burla desde Daumier, Moliere o cualquiera de sus grandes críticos se apresuró a condenar a justos y pecadores por igual y a equipara la parte con el todo a través de una condena al Islam cuyas consecuencias quizá atraigan más violencia, ha puesto una vez más el tema del respeto en la mesa de la discusión.

 

Los conceptos ahora tan correctos como tolerancia, convivencia, coexistencia y hasta cohabitación (tan frecuente en la política gala), quedan para el análisis.

 

Primero, nadie puede justificar, ni siquiera comprender en cierto momento, la brutalidad del asesinato masivo de dibujantes “blasfemos” o no. Tampoco es comprensible su insistente actitud en contra de un símbolo religioso al cual miraban (como lo hacen los europeos en general) por encima del hombro.

 

Desde los lejanos tiempos de las cruzadas y de Godofredo de Bouillòn, tan francés como quienes marcharon llenos de indignación, Europa ha visto con desprecio y en algunos casos con sorna, cualquier otra expresión religiosa fuera de la órbita judeo cristiana occidental. Hasta esa profundidad llega la actitud actual de zaherir con burlas a los seguidores de Mahoma. Y de parte de estos queda la actitud de hacer de la venganza sangrienta la mayor expresión de su fe. Si los caricaturistas hubieran hecho blanco de su acidez a la virgen de Lourdes, por ejemplo, otro habría sido el efecto de sus monigotes. Y repito, no justifico la matanza ni la yijad. Sólo la veo como una amenaza evitable, al menos en el ejercicio profesional.

 

Alguien ha escrito este texto cuya extensión me impide reproducirlo completo. Me lo ha enviado Pedro Sol, tal como hizo con Sergio Aragonés, el genial ilustrador de la revista “MAD”.

 

“¿Aquel mundo –dice– que no asesinaba humoristas mordaces era más justo que éste? No.

 

“¿Estos sangrientos portadores de la bala y la razón justiciera de hoy son más o menos arbitrarios que otros de antaño? No.

 

“Las condiciones de posibilidad que hacen factibles estas barbaridades siguen imperturbables: nuestra insolidaria sociedad contemporánea es una máquina de generar enfermedad, violencia y locura de la que después y durante se horroriza. Dan ganas de llorar por lo que pasa, de vomitar por la hipocresía.

 

“Por eso, de política, de geopolítica, de economía, de toda la perversa basura concentrada que decide impunemente el destino universal de millones, para qué hablar. Mejor quedémonos en el kiosco hablando como siempre de pelotudeces, de lo que –contra la opinión generalizada del buen sentido utilitario que nos lleva una vez más al abismo– es el lugar de la dignidad y la inteligencia, de la plena humanidad. Por eso me corro de los muertos y de los matadores y me quedo en los papeles, en los papeles dibujados…”

 

“Quiero decir que si Carlitos  (Brown) / viviera / no se lo creyera; que si Mahoma / viviera / tampoco; pero que si tuviéramos que rebobinar / desde la lógica del ojo por ojo / siempre hay razones para justificar la venganza, ese empate que sólo satisface a los imbéciles. Ya sea a personal mano armada o con esos aviones asesinos sin gente de cuyo nombre no quiero acordarme…”

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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