Instituto Electoral del Estado de México

Acaba de ingresar al cargo y ya persigue empeñoso el implacable fruto de aparecer en las primeras planas, la efímera e innecesaria notoriedad en los medios, la lucidora compulsión de exhibirse y actuar como si el escultor del tiempo lo mirara para tomarle el molde de un futuro monumento: el dedo hacia el firmamento, la mirada puesta en el horizonte, la palabra fácil:

–¡Vamos a atrapar al Chapo! El Estado mexicano (¿hay otro aquí?) es más que su fuga”.

Si hace tiempo nos dijo el buen libro: “…no te des prisa con tu boca… (Eclesiastés 5-2)”, el actual Comisionado Nacional de Seguridad, Don Renato Sales, ignora el tiempo de hablar y el tiempo de callar, pero sobre todo desconoce cómo definir al Estado.

No se necesita ser Friedrich Meineke para comprenderlo junto con su razón profunda, pero por lo menos no se debería ser tan ligero como para cifrar su existencia o comparar su valía con la fuga de un presidiario.

Hablar cuando no se tiene ninguna idea importante, es un simple ejercicio de notoria superficialidad. Quizá durante su paso entre secuestradores y delincuentes, el actual comisionado haya sufrido el secuestro de su sensatez.

Esta declaración queda para el catálogo universal del parloteo infecundo. Lea usted:

“…Vamos a poner todo nuestro empeño en capturar a “El Chapo”. Por supuesto que no será fácil. El Estado mexicano es más que su fuga y lo vamos a demostrar”.
Pues ojalá y así sea. Quiera el altísimo y las promesas de don Renato se cumplan pronto. Bienhaya si lo vemos reaprehender al fugitivo, someter al forajido y meterlo a una celda segura, si la hubiera.

Pero mientras eso no suceda el joven funcionario será víctima de sus promesas; esclavo de sus palabras cuando no pudo ser, oportunamente, amo de su silencio aunque en descargo de su apresuramiento valga decirlo: su mal es crónico entre los políticos mexicanos. Son expertos en la conjugación a futuro.

Siempre retacan la oratoria con tiempos por venir. Son emperadores del futuro.

–Vamos a hacer; tendremos tal, llegaremos a un futuro promisorio, estaremos en el mejor de los mundos, hallaremos felicidad y justicia, tendremos un mejor país para nuestros hijos, el porvenir nos pertenece, bla, bla, bla.

–Vamos a capturar a “El Chapo”, palabras con un contraste inevitable.

Nunca he oído a un presidiario decir, me voy a fugar. Cuando mucho dicen, ya me fui.

El problema de esta “promesa-premisa” es simple: si la captura implica la supremacía del Estado ante tal hecho, la fuga demostraría lo contrario.

Mientras ese hecho persista, las condiciones desfavorables y la descalificación para el Estado seguirán vigentes. Un riesgo de la lógica.

CHAPULTEPEC

Las actuales condiciones de la Avenida Chapultepec son desastrosas.

Desde su extremo cercano al Bosque y su pavoroso patio de maniobras camioneras (paraíso de “peseras”, autobuses y chafiretes); el abigarrado tianguis cuya extensión llega casi hasta al Paseo de la Reforma en las inmediaciones de la Secretaría de Salud (uno de los mejores edificios en la historia de la arquitectura mexicana) y se extiende por el túnel debajo de la avenida, hasta el otro patio de estacionamiento patrullero ya junto a la infame glorieta del Metro, esa calzada –en otros tiempos vital para la ciudad– es una pena y un mugrerío.

Taqueros, comerciantes en pequeño, edificios sin mérito y viejas casas dedicadas a menesteres diversos, edificios de apartamentos degradados y oscuros, fealdad por toneladas, fritanga y papeles viejos, cuyos vecinos y habitantes, sin embargo, se resisten a mejorar pero persisten en conservar.

Se ha presentado un proyecto renovador y audaz, cuya concepción se podría mejorar con puntos de vista positivos, pero a él se oponen algunos con una vehemencia nunca exhibida para protestar por la degradación progresiva y la vigencia del tugurio.

Diría Carlos Elizondo, por eso estamos como estamos.

RESPIRO

Mientras miles y miles de corredores devoran la calle para cumplir los 42 kilómetros de la Maratón de la ciudad de México, Miguel Ángel Mancera se toma el respiro de un desayuno con sus hijos. Solos los tres en una esquina del restaurante.

Pero hasta ahí se lo topa la casualidad: Armando Ahued, vecino del mismo comedor en el sur de la ciudad, le informa: hubo un corredor fallecido. Murió en Xoco.

Hasta cuando el azar lo acompaña, el secretario de Salud, Ahued es el mejor funcionario del equipo de Mancera. Siempre atento, siempre discreto.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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