Instituto Electoral del Estado de México

En la nebulosa de los asuntos incomprensibles, ignotos, desconocidos o simplemente misteriosos hay uno relevante:

–¿Para qué quieren los gobiernos, estatales o federal, sus canales de televisión? Y por favor no hablemos del interés de los ciudadanos como dorado pretexto para la albina elefantiasis.

No es ahora oportunidad para analizar uno por uno los sistemas de medios electrónicos de todos los estados del país, pero sí al menos para invitar a una reflexión en torno de dos canales de relativa importancia: el 11 y el 22, donde se han producido cambios en las respectivas direcciones, derivados del cambio de secretario de Educación, lo cual define –de entrada—su naturaleza: son parte del equipo político de cada secretario, dato útil para comprobar lo ilusorio de su siempre invocada condición de medios estatales.

Son, en el mejor de los casos (y eso en cuanto a su estructura) medios gubernamentales y por lo tanto, apéndices de una estrategia política (casi siempre ineficaz); no de la promoción “cultural” o educativa.

Sin detenernos en la personalidad de cada uno de los recién llegados a las direcciones, valdría la pena ensayar en torno de cómo se hacen las cosas.

El Canal 11 fue un ensayo tecnológico en un instituto politécnico. Eran ingenieros (Walter C. Buchannann entre ellos) en busca de la consolidación de la naciente TV a la cual le hallaron posibilidades educativas. La TV del Instituto Politécnico Nacional comenzó como una extensión para dar clases de matemáticas. Nadie sabe si lo lograron del todo. Hace algunos años se decía: el crimen perfecto es matar a alguien y arrojar su cadáver al canal… 11; nadie lo va a ver ahí.

Hoy no es así. La señal del once tiene momentos interesantes con público y con calidad, lo cual es conveniente, pero no suficiente para lograr una programación homogénea con una finalidad clara. No se trata únicamente de acumular espectadores sino de aprovechar una herramienta en el desarrollo de las políticas públicas; hacer de la TV otra de ellas y sembrar elementos de comprensión (no de propaganda) de la naturaleza de la conducción republicana. Si alguien tiene otra idea, pues bienvenida.

Por ejemplo: ¿No sería conveniente darle prioridad a los canales oficiales en las entrevistas importantes de funcionarios del gobierno, el Presidente de la Republica incluido y por delante?

–Nadie los vería, puede decir alguno.

–Quizá no en la primera ocasión, pero después…. Cuando el Canal 11, por ejemplo, se convierta en el conducto de las primicias, en el vehículo permanente de anuncios y pronunciamientos oficiales, ¿no lo tomarían los demás canales como referente? Ahora todos los anuncios se hacen por la TV o la radio privadas.

El gobierno tiene muchas formas de corregir la anemia de los medios públicos y una de ellas, muy importante, es la información.

Se dice con frecuencia, no tienen dinero. Pues denles dinero. Y si no, entonces hagan cosas baratas pero importantes.

Por ejemplo: se anuncia la constitución de una Secretearía de Cultura. ¿No se podría conducir un gran debate; un ´proyecto público nacional, sobre el tema con el Canal 22 a la cabeza?

Cuando Juan Ramón de la Fuente anunció desde la rectoría el resurgimiento de TV-UNAM (cuyo director, Ernesto Velásquez, ahora llega al Canal 22) dijo claramente su intención de renunciar al “rating” o no hacer las cosas con el obsesivo pensamiento de lograrlo. Mejor apagar la TV.

Pero en el fondo el enigma subsiste:

–¿Para qué quieren los canales? ¿Para hacerse propaganda invisible dada la anemia del auditorio, para cubrir un expediente o tener contento a un sindicato rijoso (como en el caso de Radio Educación, un fantasma en el cuadrante), para colocar a los amigos, para simplemente decir, lo tengo…?

Si se lograra una idea central en torno de los medios se podrían hacer muchas cosas imposibles sin esa vertebración. Hoy todo mundo tiene acceso a producir TV. Los recursos tecnológicos lo han hecho más fácil y más barato, pero lo único imposible de comprar es una directriz política o cultural.

¿Los medios públicos deben ser una rémora o vehículos de comunicación social (no de control informativo o de promoción de imagen únicamente)?

Esa pregunta se la han hecho muchos.

Quizá la única respuesta sincera y realista, la dio el salinismo cuando vendió la más grande cadena de TV de aquel tiempo: la fusión de Canal 13 (CMRTV) con TRM, llamada Imevisión.

Ahí por lo menos hubo una respuesta:

–¿Para qué lo quieres?

–Para venderlo.

–¿Y el 22?

Ese nadie lo quiso, se lo dejaron a “los intelectuales” cuya petición fue satisfecha sin resultados importantes hasta ahora.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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