Instituto Electoral del Estado de México

—Mire, don Rafael, vaya mañana al Departamento Agrario. Ya se van a pagar las indemnizaciones de La Candelaria, me dijo Julio Scherer una mañana del mes de junio de 1976.

El fraccionamiento Paseos de Taxqueña había sido invadido por órdenes de Luis Echeverría y los ejidatarios se sirvieron del secretario general del Consejo Agrarista Mexicano, Humberto Serrano, quien para esos menesteres era un simple peón de Augusto Gómez Villanueva, quien obedecía con ceguera al presidente Echeverría.

Augusto había desafiado la ortodoxia del sistema y en una ceremonia sin mayor relevancia (un aniversario de Emiliano Zapata), le había “madrugado” el destape a Fidel Velázquez y proclamó a voz en cuello el hallazgo de las fuerzas revolucionarias para llevar “a la primera magistratura de la nación” a Luis Echeverría Álvarez, quien habría de conducir a México por la ruta del progreso siempre “arriba y adelante”, como decía el lema ideado por Enrique Herrera.

A la mañana siguiente, muy temprano llegué a Excélsior. El pago a los ejidatarios (en ese tiempo 20 millones de pesos dentro de un portafolios en cheques del Fondo Nacional de Fomento Ejidal) hacía suponer el fin de las agresiones entre Scherer y Echeverría. El fraccionamiento deso­cupado limaría las asperezas dentro de la cooperativa, cuyos socios estaban de uñas contra Julio y disminuiría el riesgo del “golpe” alentado desde el gobierno y orquestado dentro por Regino Díaz Redondo y otros quienes en sólo dos décadas acabaron con el diario y la cooperativa.

Pero no era así. No habría ni arreglo ni se evitaría el golpe. El 8 de julio todos nos fuimos (bueno no todos) a la calle.

Cerca de las 11 de la mañana Gómez Villanueva llegó al periódico. Salimos, subimos a su automóvil y nos fuimos al DAAC. Departamento de Asuntos Agrarios y Colonización, convertido después, para condimentar el caldo de la sucesión, en Secretearía de la Reforma Agraria.

—Oye, Augusto, ¿y si nos “clavamos” la lana y nos vamos a Brasil?

—Ni pensarlo, amigo. Yo jamás tocaría un solo peso del dinero de mis hermanos del campo. Eso no se dice ni de broma. Por eso todo está en el Fonafe. Por eso se manejan cheques certificados. No podemos arriesgar el dinero de los hombres del campo.

Y de ahí, de Bucareli hasta Fray Servando y Bolívar, la charla fue un fervorín agrarista de Augusto, quien no paró hasta llegar a la ceremonia en la cual (yo lo dije) los trabajadores de la información dejamos saldada una deuda con los agraristas mexicanos, columna vertebral del pensamiento revolucionario de México.

¡Ah, Dios!, cómo es pegajosa la demagogia, cómo nos deforma la oratoria cuando se convierte en el tobogán de los lugares comunes.

Como sea, volvía ver a Gómez Villanueva muchas veces. Le tengo afecto y simpatía. Es un buen político y cuando fue necesario ayudar a un pueblo entero, no dudó en convertirse en un eficiente embajador de México en Nicaragua, cuando en ese país se iniciaba una revolución cuyas muchas traiciones la convirtieron en el esperpento actual en manos de los Ortega y socios, cuyo principal, Daniel, es un repugnante dictadorcito mandilón, sin la cínica suavidad del Tacho Somoza, quien a su lado resulta presentable.

Hoy Gómez Villanueva, quien jamás desempeñó un cargo en la Ciudad de México, fuera de las fiestas ejidales en Tláhuac y la celebración de “La flor más bella del Ejido” en Xochimilco, coordina una de las más barrocas asambleas de este país tan rico en carnestolendas y ficciones: la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México”; un astracán lleno de tumores y chipotes, en el cual las cosas nacen torcidas y como los arboles en tal condición será de imposible corrección ni derechura.

Pero ojalá y yo esté equivocado. Quiera la providencia y la gerontocracia, las muchas manos en el guiso y la incomprensible mezcla de intereses y puntos de vista, lograr una Constitución Política y no un catálogo demagógico de “derechos” inalcanzables, esplendorosos sólo en el papel y en la incesante búsqueda del control electoral de la pobre, sufrida y horrible Ciudad de México.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

1 thought on “Augusto, la Constitución, el-ejido”

  1. Estimado Sr Cardona, me agradan sus comentarios sin matices de odio, no soy ni rábano ni burguesito, simplemente mexicano trabajador no jodido, el Sr Gómez Villanueva fue mi jefe en Nicaragua y su comportamiento fue excelente , el pinche jodido de Ortega ojalá alguien lo envié a ver a Stalin, porque? Este lo haría 💀

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