En el enorme catálogo de los Derechos Humanos (los hay de primera, segunda y hasta tercera generación, según el capricho de cada convocante), alguien debería garantizar como tal la imagen de las personas y su derecho de vetar la divulgación de su efigie, de su nombre, de su persona.

Alguien  –de preferencia los “políticamente incorrectos” a través de una ON’G–, debería ponerle un alto a la exhibición grosera y a veces grotesca de cualquier persona a quien las redes sociales bautizan con el facilismo de una signo # un título como Lord tal o Lady tal. Nadie debería ser exhibido en público (no importa su falta) sin su expresa autorización.

Si bien hay casos en los cuáles algunas personas acuciosas han ganado juicios contra quienes divulgan su rostro sin  autorización o venden su cara o lucran con su imagen (es el caso de Gabriel Zaid, por ejemplo), igualmente resulta cierto el jugoso negocio de los paparazzi quienes viven de perseguir personas reacias a la divulgación de su imagen. Ya sea por estrategia personal o por capricho anti publicitario.

Obviamente para eso se deberían reglamentar o al menos regular las redes sociales, lo cual resulta sumamente complejo. Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja.

Esta idea de regular las redes no es nueva. Se le ha ocurrido a persona brillantes. Muy brillantes. Pero la propia alharaca del fácil y anónimo linchamiento ha dado al traste con cualquier posibilidad de decirlo públicamente. Por eso no se avanza.

Hace unos días, con la colaboración del Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset, Luis María Ansón, el legendario periodista de España, estuvo en México. Entre algunas otras actividades Ansón habló en la radio con José Cárdenas. Y en su entrevista dio algo muy importante, al menos para esta columna preocupada desde hace tiempo por esa nueva e impune dictadura de la idiotez (lo dijo Eco), llamada “troleo”.

“…a mí me parece que todo el mundo de Internet es un mundo asombroso. Va a dar un servicio incuestionable a la cultura general de los pueblos y de los países, los relacionará, y la globalización es un hecho.

“Hay un problema, porque estamos todos viviéndolo, que es una cosa que está empezando y todavía no hay una regulación de legalidad suficiente…

“…No se puede hacer con carácter nacional porque no sirve para nada. Es una cuestión de derecho internacional. Lo que es cierto es que hay que activar al máximo la libertad de expresión, pero hay que penalizar a aquellas personas que abusen de esa libertad de expresión, como se hace en los periódicos impresos o en los periódicos hablados.

“Pero en estos momentos la realidad es que el mundo de Internet es un mundo en el que las medidas internacionales son escasísimas, y si eso requiere, no sé, tardaremos ocho, diez años en que tengamos unas decisiones tomadas por los diversos países que cristalicen un código internacional, de derecho internacional, referente a todo el mundo de las redes sociales.

“En estos momentos los abusos son evidentes, y las cosas que se están haciendo a veces hay gente que está indignadísima.

“En fin; es que estamos empezando. No me gustaría anclar una frase, estamos en la prehistoria en el mundo digital. Estamos en la prehistoria y llevamos solamente 12 ó 14 años.

–¿Qué va a hacer este mundo dentro de 20, 25, 30 años?

“Es muy difícil anticiparlo, y lo que está complemente claro es que es indispensable el que se haga como se ha hecho, por ejemplo, vamos a ponernos en el tráfico aéreo.

“No podría haber tráfico aéreo sin un derecho internacional, unos acuerdos internacionales para el tráfico aéreo, porque eso claro, no depende de un país, depende del conjunto de las naciones.

“Y en el tráfico de información, de opinión, de todas las circunstancias que rodean al mundo de Internet ocurre lo mismo. Por lo tanto, son los catedráticos de derecho internacional, los dirigentes políticos los que se tienen que poner a trabajar en serio para que haya una regulación, que sólo no coarte, sino que estimule la libertad que supone el mundo de Internet, y que a mí me parece uno de los hallazgos más asombrosos que ha tenido, más le voy a decir.

“Yo creo que hemos tenido una edad antigua, una edad media, una edad moderna y una edad contemporánea. Y ahora vivimos ya en la era digital, vivimos ya en la era digital desde el año 1998, 80, del año 2000 si usted quiere, vivimos en la edad digital. 

Lo que pasa es que estamos empezando.

“Entonces hay que saber regularlo para que sea de máxima eficacia para todos. Los servicios que en estos momentos se está haciendo a la información y a la cultura, la globalización del mundo de Internet, son asombrosos”.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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