Instituto Electoral del Estado de México

Una de las peores turbulencias en el agitado gobierno del presidente Enrique Peña se derivó, obviamente por la visita de Donald Trump a México, cuando el rijoso y racista empresario americano era un candidato por cuya derrota miles apostábamos, esperanzados, aunque fuera un dólar.

“No se invita a la casa a quien te ha insultado”, dijeron los más indignados. “Es una traición a la patria”, dijeron otros más delirantes en el extremo de un nacionalismo exagerado.

El poderoso secretario de Hacienda de entonces, uno de los constructores de la presidencia de Enrique Peña, Luis Videgaray, conocido como “El virrey”, había movido las piezas a su alcance y logrado una entrevista con el candidato y el Presidente. Aquí y en China eso se llama diplomacia. Nos guste o no el interlocutor. No era una invitación a la propiedad nacional; era un encuentro político con  quien podía (y pudo, se supo después), llegar a la Casa Blanca.

Si el argumento de los insultos era suficiente para darle la espalda al candidato Trump, también lo debería ser ahora, para negarle una visita de Estado al Presidente Trump. Y eso nunca va a suceder. Los lazos de subordinación (ni modo) entre México y Estados Unidos, nunca han sido tan  evidentes y quizá dolorosos como ahora.

Todos sabemos el papel de Luis Videgaray en aquel episodio. Él enlazó la visita; él hizo los contactos  e hizo el movimiento político. Y todos sabemos también la otra parte, la superficie oculta del hielo: medio gabinete odia a Videgaray. Y la otra mitad lo detesta.

Magnificar las dimensiones del episodio, les permitió a algunos desplazar a un adversario y en algunos casos a un enemigo.

En mitad del aturdimiento y la golpiza de los medios, el Presidente Enrique Peña, decidió con balbuceantes explicaciones, separar a Videgaray del gabinete con lo cual oficializó el error y de paso modificó los equilibrios para la sucesión presidencial o al menos para la candidatura del PRI.

¿Si el virrey no se había equivocado, ni había actuado fuera de la autorización presidencial, por qué se les castigaba con el cese?

Fue el mismo caso de la “verdad histórica”. Al separar a Jesús Murillo Karam de la Procuraduría se hizo a un lado también el resultado de su trabajo. La “verdad” se vino abajo. Dejó de ser la versión oficial para convertirse en la palabra de un colaborador castigado.

En fin.

Pero hoy se vuelve a hablar del asunto porque versiones ya desmentidas por la presidencia dejaban ver a Luis Videgaray como un ministro sin cartera, dedicado nada más a los contactos oficiales durante la transición presidencial en Washington y como seguro enlace para la ceremonia de toma de poder.

No, nada hay de eso, dijo el presidente Peña Nieto. Nada.

Y uno se puede preguntar, ¿y por qué no?

Si Videgaray ya hizo eficazmente esa labor, a pesar de la navegación submarina a la cual estaba obligado como secretario de Hacienda, ajeno a labores de la Cancillería, ¿no resultaría correcto y útil aprovechar el camino ya andado?

Versiones periodísticas indican el malestar de muchos. La primera, Claudia Ruiz Massieu, secretaria de Relaciones Exteriores quien considera hollado su territorio. Por lo demás, ella siempre esta como de mal humor.

Miguel Ángel Osorio, secretario de Gobernación, también se sentiría incómodo por la resurrección de un contendiente por el futuro. Lo mismo José Antonio Meade, secretario de Hacienda, pues ya se sabe, cuando la ambición entra por la puerta, la amistad salta por la ventana.

Bueno, de acuerdo con los trascendidos, esa incomodidad se hizo manifiesta en Los Pinos. Y Videgaray se quedó viendo cómo le crece la barba.

SIQUIATRAS

Al parecer en la tribuna de la Cámara de Diputados hay algunas palabras prohibidas. “Siquiatría”, con sus derivados y acepciones, es una de ellas.

Hace michos años se la dijo Emilio Chuayffet a Adolfo Aguilar y Quevedo en un debate. Y Adolfo, encendido, rechazó una conducta parlamentaria de descalificaciones e insultos, por muy elegantemente como fueran pronunciados.

Ahora le toca el turno a Luis Miranda, secretario de Desarrollo Social, quien acorralado por sus titubeos e imprecisiones en la explicación de la política social del gobierno por la “Morena” Aracely Damián, una polemista terrible quien lo exhortaba a ponerse a estudiar su tema, la respondió con un exabrupto.

–No estudié siquiatría, por eso no le entiendo, le dijo.

Y ahora ya hay quien, con todo y las disculpas del caso, le pide la renuncia a Miranda por haber insultado a la diputada Damián.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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