Instituto Electoral del Estado de México

Alguien dijo de la reciente reunión del Consejo Político Nacional del PRI, “era como en los otros tiempos”; aquellos cuando hecho un  huracán de popularidad el actual presidente, Enrique Peña, sin el lastre de las pobres encuestas; sin los escándalos de las corrupción en los estados, sin las derrotas electorales tan cercanas, arrastraba multitudes en pos de una fotografía, un saludo, una palmada una mirada siquiera.

Era entonces la crónica cotidiana de una victoria inevitable, seguirá. El PRI estaba llamado al regreso. Hoy las cosas tiene un aspecto diferente y una prueba definitiva, paradójicamente, en el lugar donde más cierto debería estar de su triunfo: el estado de México.

Puede ser una frase solamente afortunada, pero es una frase cierta: una ganancia en la elección  del estado de México, no garantiza una victoria en los comicios  federales del año 18. Pero lo contrario sería catastrófico; derrotado en Toluca, el PRI no podrá ganar en la presidencia de la República. De ese tamaño.

Y exultante en la abrumadora asamblea del Consejo Político, en Presidente Peña deja dos cosas en claro: él va a decidir los tiempos del Partido en la designación del candidato y primero se va a determinar el proyecto y después el abanderado. Ecos de otros tiempos cuando Reyes Heroles decía, primero el programa ; después el hombre y se proponían auscultaciones “de la periferia al centro”.

Por eso en esta reunión varios puntos son interesantes, como eso de lanzar la condena a  quienes han  hecho de la corrupción un  estilo porque para cualquiera es difícil pregonar las posibilidades luminosas del futuro  mientras saltan la mata Yarroington y Duarte y los cercos justicieros o vengativos, o como sean, se cierran sobre el otro Duarte y persiguen a Borge y husmean debajo de todas las puertas de todas las casas de todos los priistas cuya gestión de gobierno ha terminado en escándalos, deudas impagables, palacios monumentales construidos al amparo de la corrupción y la codicia  extremas por no hablar de otras cosas menos gratas al presidencial oído.

Pero sin  importarle es coro de exigencias y ese caudal de malas percepciones en contra del partido, Enrique Peña Nieto alza una bandera vibrante de optimismo. Y dice más o menos así como relata esta crónica periodística:

“ (AP) En el Partido Revolucionario Institucional (PRI) no caben ni la corrupción ni la impunidad, dijo este domingo el presidente de México, Enrique Peña Nieto, al acudir a la sesión de instalación del VI Consejo Político Nacional de esa fuerza política.

“Durante su discurso, Peña Nieto mencionó que quienes llegan a un cargo público de la mano del PRI y violan la ley “traicionan a los electores que confiaron en ellos, traicionan a la militancia priista y traicionan al PRI”.

“Quienes dañan el prestigio de nuestro partido, no merecen ser parte de él”, indicó.

“Por eso respaldo que al interior del partido se luche contra la corrupción y se sancione a quienes han traicionado y lastimado a nuestro instituto político. Quienes hayan violado la ley, habrán de enfrentar la consecuencia de sus actos. La deshonestidad no encontrará espacio en el PRI del Siglo XXI”, agregó”.

Y tras la contrición en público, viene el optimismo. ¿Es real o se trata nada más de una impostura para no contribuir a la desmoralización?, ¿Es un  diagnóstico o un deseo anhelante? ¿Es una posición objetiva o es simplemente la lectura de un discurso necesario?

“Vamos por el triunfo en el año 2017 y en el año 2018”, mencionó.

“Sí, vamos por el triunfo. Afuera habrá quienes cuestionen mi optimismo… pero conozco a mi partido y he visto cómo se crece ante la adversidad”, agregó.

Peña Nieto dijo que en el 2000 hubo quien condenó al PRI a desaparecer, y ahora está gobernando México, por lo que insistió ante sus compañeros de partido en el llamado a no ser “derrotistas”, y preparar a su “ejército” para las elecciones.

“Vamos por todo para lograr que el PRI triunfe en las elecciones”, exclamó”.

Sin embargo muchos son los obstáculos frente a este desbordado sentimiento. La situación del propio presidente es compleja: ninguna de sus acciones se salva del escarnio, la burla, el golpeteo incesante cuyo origen son las redes sociales, operadas con anónima malevolencia y después la prensa formal para cuyos autores resulta simple la crítica e imposible el reconocimiento, sin importar la naturaleza de los hechos.

Trump, Ayotzinapa, la Casa Blanca, los gobernadores ladrones, la economía, el dólar, los precios y una larga lista de pendientes nacionales, son los hoyancos en el camino de la permanencia del PRI.

Y si el proceso en el estado de México y sus amagos aliancistas se descompone, veremos una vez más aquella película: “Good bye Mr. Chips”.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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