No se necesita ser un genio para darse cuenta de cómo lo intrascendente se ha convertido en la materia de los días corrientes. Basta con regar debidamente la jardinería de las redes sociales para convertir la nada en el todo; lo insulso, insustancial, superficial, en la materia prima del interés de un  rebaño irreflexivo para quien las cosas pueden suceder sólo por el empuje de quienes actúan en la relajienta y relajada vida de los 140 caracteres o los mensajes de Facebook.

Por ellos se pueden festejar los 15 años de Rubí; una niña como millones en el mundo convertida ahora en celebridad internacional (si la chicanada es parte del internacionalismo), o estar a punto de mirar cómo asciende a la presidencia de los Estados Unidos el señor Donald Trump.

Si en las anteriores decisiones electorales, cuando Barack Obama era visto como la esperanza de un mundo incluyente y capaz de darle entrada a un negro a la Casa Blanca, las redes fueron vistas como vehículos de influencia positiva, ahora muestran la objetiva verdad de su condición: se pueden enviar mensajes de todo tipo, todo el tiempo, sea como sea. Como sucede con el papel,  las redes aguantan todo y todo lo pueden falsificar, torcer, manipular.

La enorme fiesta de la niña Rubi, en la cual se combinan  los ecos rudimentarios de los pueblos campiranos de este país, con carreras de “chiva” parejera con todo y sus difuntos imprudentes al cruce de los veloces potros, con la modernidad de una convocatoria virtual a la cual responden personas de carne y hueso (sin seso), es un ejemplo del arrastre de un mundo irreflexivo en el cual hemos perdido la capacidad de discernir entre lo interesante y aquello ofrecido como necesariamente importante.

Las redes logran un milagro: interesarnos en cosas fuera de nuestro real interés, posiblemente por el desconocimiento de cuáles son las cosas por las cuales  deberíamos sostener o  mantener un compromiso. A eso se le llama masificación, lo cual implica  perder la identidad o desconocerla para sentirse (a veces ni siquiera saberse, ni mucho menos ser en realidad) parte de un todo informe e invisible, pero actuante y tangible. Volverse harina el amasijo.

El arrastre de los mensajes y su capacidad de reproducción y enlace tiene consecuencias hasta ahora no conocidas. Podemos medirlo en números, saber cuántos seguidores, cuántos individuos entran en el rebaño cibernético, pero no sabemos todavía cuántas son las derivaciones de esas conductas asumidas sin pensar porque no requieren pensamiento alguno, son simples adhesiones a cualquier convocatoria,  ya sea electoral o de festejo quinceañero. Lo mismo da.

Y sucede con el Brexit y con los asuntos mercantiles, las redes auxilian en el desabasto de la gasolina y agravan los problemas sociales. Sus usos electorales ya han sido de mostrados, sobre todo en Estados Unidos. El manejo de las redes determina la conducta de los electores o al menos influye de manera determinante.

Estos párrafos deberían formar parte de la colección del asombro, pero no causan sorpresa en nadie. Son expresión de la nueva sociedad cuyas implicaciones aún desconocemos. Es la victoria de la estupidez colectiva: lo virtual convertido en la realidad:

“(Crónica) La quinceañera mexicana, Ruby, quien se convirtió en un fenómeno de la redes sociales, cumplió su sueño de realizar su anunciada fiesta de XV años –aunque se vio empañada por un señor muerto quien se cayó de un caballo–;  la celebración que se realizó en La Joya, en San Luis Potosí, recibió a más de 20 mil personas.

“Tras hacerse “viral” en todo el mundo la invitación a la fiesta por parte del papá de la festejada, los preparativos del festejo se hicieron del dominio público, la elección del vestido fue televisado, así como la familia fue entrevistada en diferentes segmentos de los medios de comunicación nacionales y algunos internacionales.

“La joven eligió un vestido rosa mexicano confeccionado por el famoso diseñador Mitzy, además fue maquillada por  Alfonso Waithsman, quien es el encargado de diseñar la imagen de actrices como Galilea Montijo, Anahí, Thalía y Alejandra Guzmán entre otras.

“Chilaquiles, mole y arroz… Luego del acto eclesiástico, la familia Ibarra García se dirigió a las carpas que se encontraban en el alrededor de 150 mesas para diez personas, las que fueron recibidas con diferentes platillos como chilaquiles con mole, arroz, frijoles, asado, barbacoa y mole con carne de cerdo. El evento se mantuvo alejado de invitados externos, quienes no desistieron y se ubicaron en los alrededores del terreno donde se realizó la celebración”.

Si lo dijo estuvo bien dicho:

–“Sólo hay dos cosas infinitas; el universo y la estupidez humana”: Albert Einstein.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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