Instituto Electoral del Estado de México

Hace muchos años, cuando Fidel Velásquez murió no hubo grupo nacional más afectado por su deceso como el gremio de los “moneros” o caricaturistas. Habían perdido el mejor de sus recursos.

–Cuando no hay tema –me dijeron desde Abel Quezada o Rafael Freyre  a Magú–, Don Fidel suple la inspiración.

Y un poco eso nos está ocurriendo a todos quienes comentamos la actualidad. Donald Trump se ha vuelto indispensable, pero desgraciadamente por razones menos festivas.

Y esa ubicuidad en las conversaciones, esa recurrencia en los análisis, diagnósticos y hasta remedios para enfrentar la pandemia internacional de la “Trumposis aguda”(una especie de metástasis  perniciosa y generalizada), ha sido motivo de muchos simples pensamientos de buena voluntad frente a una amenaza cuyas dimensiones apenas columbramos.

Por ejemplo; cuando la idea de una candidatura republicana con este caballero por delante, era apenas algo cercano a la insinuación, los principales analistas internacionales de México se equivocaron casi de palmo a palmo. Se quedaron con  la idea de una simple “puntada” excéntrica de un millonario más descentrado todavía.

Muy pocos lo tomaron en serio y menos aun fueron quienes desde entonces propusieron  mantener la atención y las posibles respuestas en grado de alerta.

–Pasa nada, decían las mentes más lúcidas. O eso creían en medio de su lucidez.

Pero poco a poco las cosas cambiaron y de la noche a la mañana el “wishfull thinking”; una especie de magia por medio de la cual nuestros pensamientos bienintencionados deben convertirse en la realidad invocada, ya no era la posibilidad de una candidatura sino la certeza de una derrota.

Todos nos volvimos clintonianos sin advertir algo muy simple: los méritos de la señora Hillary  no son iguales a los de su simulado esposo, Mr. Bill. Ella llegó hasta dónde llegó como parte de un  arreglo para evitarle mayores escándalos a los “Demócratas” a raíz de los escándalos sexuales de M. Clinton, junto a quien  “Tiger” Woods es un deportista con voto de castidad.

Además, el carisma del señor Barack Obama y su bien estructurada oratoria, digna de premios literarios, les hizo creer a muchos en la existencia de dos clases de gringo: el bueno y el malo. Allá ellos.

Hoy el señor Obama, por ejemplo, les ha cerrado la puerta a los emigrantes cubanos. Raúl Castro no los deja salir y el Tío Sam ya no los deja entrar ni con los pies secos ni con  las plantas húmedas. Y no fue necesario hacerles un muro, nomás derribar un acuerdo legal.

Y hoy –perdón por la digresión–, México tiene un problema más: ¿cómo le hacemos con los cubanos aquí varados quienes esperaban el beneficio de llegar y salvarse automáticamente? Pues vamos a hacer lo más sencillo: los vamos a deportar previa exprimida.

Y algo similar va a ocurrir con africanos y haitianos en Tijuana. Los cubanos en Tapachula; los demás en el norte. De punta a punta el país con problemas migratorios y humanitarios.

Pero volvamos a los pensamientos de la esperanza. Hoy algunos albergan en el fondo de su corazón la posibilidad de un mandato inconcluso. Ya hace algunos días Martín Moreno, el notable escritor, hablaba de una casualidad numérica sobre los presidentes americanos como McKinley, Lincoln o Kennedy , cuyos mandatos terminaron –digámoslo así–, por razones ajenas a su voluntad, en pleno ejercicio del cargo.

Todos asumieron en un año terminado en cero. Y así terminaría el año 2010 cuando Trump juegue por el segundo periodo.

Pero dejando a un lado cábalas (y Kabbalahs) y boberas de ese jaez, imaginarse la interrupción involuntaria del poder de Trump es otra fase del pensamiento mágico.

Hubo analistas muy sesudas quienes llevaban la boca llena con su ilógica suposición de temperancia: cuando pase la campaña Trump se va a moderar.

–Ya verán, le va a “bajar”, se va a tranquilizar”.

Pues quienes así pensaban no debieron esperar ni a la toma de posesión para escuchar las trompas de la guerra.

Hoy muchos esperan otra invocación mágica: la enfermedad, el infarto; el magnicidio, la conjura de los poderosos para abatir al presidente cuya caprichosa conducta les va a causar mermas en sus negocios multimillonarios; los “lobbies” no favorecidos, los judíos y otras minorías; en fin, todos complotados para abatir a quien ayudaron a ascender.

Yo lo veo difícil, tanto como esa famosa unidad de los mexicanos, a la cual todos nos convocan desde la tribuna del lugar común para enfrentar la adversidad declarada

¿Unidos?, en torno de qué, por favor.

Sólo estamos unidos en el temor y el rechazo a Trump.

Y eso, no finca.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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