Hace casi un mes exacto el cuerpo editorial de Crónica” estuvo en el Palacio Nacional en un desayuno de trabajo con el entonces secretario de Hacienda, José Antonio Meade Kuribreña. Obviamente su nombre ya se barajaba entre los posibles para la selección priista por la candidatura presidencial, como ayer quedó desvelado.

Tras el desayuno, durante el cual todo fue afabilidad y profesionalismo en las arduas explicaciones del comportamiento económico, la política fiscal, la deuda y demás temas complejos, Meade esquivó con gracia de revolera todas las preguntas entonces incómodas en torno del futuro político.

En esa ocasión, el 25 de octubre pasado, esta columna publicó sus impresiones sobre la actitud del ahora elegido pre candidato. No se trata de un retrato hablado ni mucho menos de una semblanza. Es apenas un apunte al vuelo de la forma como entonces se quien ya conocía sus posibilidades y quizá de ellas tenía una íntima certeza confidente.

Hoy, tras el recorrido por los sectores del PRI y las muchas entrevistas de prensa ya realizadas, muchos de estos rasgos se han manifestado como permanentes. Juegue usted.

“…Pocos lugares hay de tanta solemnidad y belleza en los edificios públicos de la ciudad de México como el Salón Panamericano de la Secretaría de Hacienda.

“Sus eclécticos capiteles con águilas de oro de hoja entre los legendarios acantos, sus banderas en ramillete, sus bustos de próceres continentales; en fin, su severidad y clasicismo, son únicos, aun en el hermoso entorno del Palacio Nacional.

“Ahí hubo ayer un desayuno de trabajo entre el equipo editorial de este diario y el secretario José Antonio Meade.

— ¿Cómo lo viste?, me preguntó un amigo.

“Le respondí esto, más o menos.

“Lo vi enterado y certero. Afable sin estiramiento, cortés sin exceso, con camisa y sin saco. Reposado y enterado. En su cabeza los archivos saltan y se acomodan sin un solo titubeo; memoria, capacidad de asociación, habilidad para la interpretación.

“Su actitud genera empatía, confianza. Se le creen sus explicaciones.

“Meade parece estar con los pies en el suelo y la mente ocupada. Es hombre de muchas disciplinas. Cuando habla de Energía lo hace con plena información.

“Lo mismo si habla de Desarrollo Social. Refuerza sus diagnósticos con explicaciones sobre el mundo, la globalización y el entorno internacional. Abordar cuestiones complejas con lenguaje sencillo.

“No quiere impresionar y al parecer no quiere imponer. Prefiere abundar en ejemplos, datos, cifras, datos precisos.

Quiere convencer sin arrollar.

“Y cuando es el momento, sonríe sin solemnidad. Sabe reír, sabe escuchar.

“Y cuando le preguntan sobre el futuro electoral, escucha y después sonríe.

— ¿Y tú crees…? me dice mi amigo el preguntón.

—Mi parecer no tiene importancia.

“Pero eso vi ayer, a un hombre así.”

Hoy las cosas han cambiado. Ayer, en el Salón Adolfo López, Meade tenía un gesto en cuya sonrisa competían la satisfacción y el nerviosismo. Estaba recto como una estatua de cera cuando Enrique Peña Nieto, su ex jefe ahora, alababa sus talentos y recordaba sus exitosos desempeños en la brillante carrera realizada hasta ahora, en una edad mediana, llena de brillo éxito y siembra.

Quizá el elogio le incomodaba, pero en el fondo le agradaba.

Hoy recuerdo una charla de tendido en la Plaza de Toros.

–¿Qué te pare e Meade?, me dijo un amigo metido hasta los huesos en la fiesta. Le contesté con un símil del coso.

–Mira, me parece bien, pero nunca le he visto una faena completa. Ha tenido cuatro secretarías de Estado, pero en ninguna de ellas hizo una faena entera. O llegó de relevo a fue relevado. Creo que tiene facultades, sitio, oficio, afición, inteligencia. Sabe, pero nunca lo hemos visto torear completo.

–“Y tú sabes, le dije a aquel, lo bien “toreao” es lo bien “arrematao.”

“Hoy las cosas pueden ser de otra manetra. Si Meade logra una buena campaña (para su organización es necesario un excelente operador, no cualquiera de coordinador) y logra persuadir a los tendidos electorales –llenos de reventadores–, de otorgarle el voto y los pañuelos previos, podrá lograr la encerrona.

Y entonces tendrá la oportunidad: despachar una corrida sexenal entera, toda para él solo. 6 años6. Citar, templar y mandar.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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