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¿No podemos los mexicanos ni siquiera revisar una fila de pasajeros? ¿Somos en verdad tan incompetentes hasta para eso? ¿Necesitamos quien nos venga a hacer inspecciones y evaluaciones?

No viene siendo este el mejor momento ni el espacio ideal para analizar si los estadunidenses generan los atentados con cuya horrible dimensión espantan después al resto del mundo, pero sí es una buena oportunidad para comentar hasta donde llega el enanismo de nuestras autoridades aeronáuticas y en general de todas las demás.

Nuestros aeropuertos fueron en alguna ocasión servicios federales; después empresas particulares y ahora espacio para la operación de empresas extranjeras en la “muy compleja” labor de revisar a los pasajeros antes de subir a los aviones.

Quizá se requiera de una ciencia especial para decirle a un pasajero, ponga usted sus cosas en esa charola y quítese el cinturón. Debe ser algo muy difícil pues no hay cerebros nacionales capaces de hacerlo. Quienes de eso se encargan son empresas españolas contratantes (entre otras) de mano de obra mexicana con salarios miserables.

Como todos sabemos en los días navideños un nigeriano se metió a un avión en Detroit con una capacidad digna del “Pipen” (ese idiota estallado frente a la Secretaria de Seguridad Pública hace unos meses). Así fueron las cosas.

“Un hombre acusado de pertenecer a Al-Qaeda —decía la nota del día 25—, falló (nada más se quemó las piernas él solo) al intentar detonar ayer un artefacto explosivo en un avión que acababa de aterrizar en esta ciudad, en lo que la Casa Blanca calificó como un ‘intento de atentado terrorista’.

“El sospechoso, un nigeriano de 23 años identificado como Abdul Mudallad, iba a bordo del vuelo 253 de Northwest Airlines —operado por Delta— que volaba desde Ámsterdam con 278 pasajeros a bordo”.

Consecuentemente la paranoia gringa se puso a todo vapor. ¡Oh my god!, dijeron los burócratas americanos de la Napolitano para abajo y una vez más le dieron a su gobierno la manga ancha para controlar más aún la de por si sofocada libertad americana. Y eso está muy bien, al menos para ellos.

Donde ya las cosas no se miran tan convenientes es en la información del día 29:

“El Gobierno de Estados Unidos puso lupa a las revisiones que se realizan en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM).

“Para ello, personal de la Administración de Seguridad en el Transporte del Departamento de Seguridad estadounidense (TSA, por sus siglas en inglés) llegó al país para realizar inspecciones y evaluaciones de los mecanismos de seguridad y revisión a los pasajeros en la terminal aérea capitalina”.

¿No podemos los mexicanos ni siquiera revisar una fila de pasajeros? ¿Somos en verdad tan incompetentes hasta para eso? ¿Necesitamos quien nos venga a hacer inspecciones y evaluaciones?

Nadie estaría de acuerdo en una liberalización del abordaje aeronáutico; las revisiones son necesarias y útiles para la seguridad de todos, pero ¿de dónde nos viene tanta dependencia, tanta servidumbre?

Pues viene de la obsecuencia general del gobierno y sus altos funcionarios hacia los americanos. Como no podemos educar a nuestros políticos, los mandamos a Harvard o a Yale, donde vistos los resultados tampoco aprenden mayor cosa. Como no podemos tener un sistema bancario nacional les vendemos las instituciones de crédito y ahorro; como no sabemos hacer las cosas les compramos (al precio puesto por ellos) toda la tecnología imaginable desde un destornillador hasta un satélite de comunicaciones. Como no podemos encarcelar narcotraficantes, los mandamos a EU, etc, etc.

En ese sentido, en el de la vergonzosa dependencia vale la pena retomar algunos conceptos de Javier Jiménez Spriú quien en los primeros días de este mes recibió de manos del rector de la UNAM el premio de ingeniería más importante del país.

“…la ingeniería civil mexicana, poseedora de un gran prestigio nacional e internacional y otrora realizadora de grandes proyectos de infraestructura —dijo—, justamente por el desmantelamiento de nuestras capacidades, particularmente en las oficinas y en las empresas públicas, causado por políticas erráticas, por los oídos sordos de quienes, por convicciones o intereses personales, por desconfianza o por ignorancia, estando en los puestos de decisión ven con indiferencia lo propio y se inclinan con reverencia servil ante lo ajeno.

“…hipotecar el futuro con recortes presupuestales a las universidades, con magros y disminuidos presupuestos para el desarrollo de la ciencia y la tecnología y con simulaciones de reformas a la educación que atienden a negocios personales y a intereses políticos y no a la verdadera búsqueda de la calidad y la superación de los mexicanos.

“…no es distinto tampoco, entregar ‘llave en mano’ a los dueños del dinero, que en general suelen ser extranjeros, los contratos de los escasos grandes proyectos que emprendemos.

“No es la mía una posición chovinista —bienvenida la colaboración externa que apoya nuestros esfuerzos y enriquece nuestros conocimientos y nuestra cultura—; es una reprobación al síndrome de la Malinche que padecen muchos de nuestros funcionarios, que los lleva a sustituir lo que tenemos, aunque sea mejor, por lo que hay allende nuestras fronteras aunque no sea superior a lo nuestro… ”.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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