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Todas las culturas se han disputado a lo largo de la historia un privilegio imposible de comprobar, pero en cuyo nombre se han matado miles de millones de seres humanos en todos los tiempos idos y porvenir: somos el pueblo escogido de Dios.

A ese Dios, sobra decirlo, nadie lo ha visto ni nadie conocido lo ha escuchado anunciar tan socorrida selección. Pero los magos, sacerdotes y en general todos quienes viven de interpretar la voluntad divina, se lo han hecho creer a los pueblos primitivos y también a los modernos.

Si usted cambia la palabra Dios por la Democracia o la Justicia o el Orden, entonces cada país se cree dueño de esos valores universales, de los cuales no todos disfrutan pero todos invocan.

Y cuando unan nación disfruta de u periodo de prosperidad se le dice: goza del favor de Dios. Tiene a Dios de su parte, como cantaban los soldados del Norte americano en la Guerra de Secesión o como dicen los “mujaidines” cuando en el nombre de Alá se tiran a la Guerra Santa de la Yijahd.

Pero México es un país en estado de gracia, si por ello entendemos una circunstancia alejada de los nubarrones del pecado. Una definición del catecismo nos dice: «Estar en gracia de Dios» significa poseer la gracia santificante, es decir, tener el alma libre del pecado mortal”.

Y si no hay pecado mucho menos hay culpa. Y en ese sentido los mexicanos somos los seres más afortunados de la vida: tenemos un vecino a quien las culpas le caen como las pedradas bíblicas a la adúltera.

Veamos.

En los últimos cuatro años los mexicanos hemos visto cómo mueren en las calles de nuestro país más de 27 mil conciudadanos. La mayoría de ellos malos de toda maldad; narcotraficantes o “burreros” de ellos o sicarios a su servicio; pandilleros en rencilla final con otros malandrines. Si bien parecen muchos son a fin de cuentas integrantes de una ridícula minoría pues somos más quienes no militamos en las filas de los delincuentes y nos conformamos con ser víctimas de sus robos, tráficos ilegales, secuestros y demás linduras.

Pero ¿sabe usted?, nosotros no tenemos la culpa. La tienen ellos, los estadunidenses porque ellos sí pecan. Ellos tienen varios millones de adictos y viciosos a quienes se les deben llevar drogas para satisfacer su adictivo apetito. Y como nosotros estamos cerca y en estado de Gracia, pues no somos culpables. Somos inocentes y no tenemos ni el pecado original.

Este es otro ejemplo: cada año entran a México decenas de miles de armas de fuego. Nosotros, desde el incendio del portón de Granaditas. En tiempos del Pípila y su antorcha, no hemos producido ningún arma de fuego, excepto las carabinas Mendoza y las de Ambrosio, pero eso no cuenta contra el AK 457; la USI o el R15, el Galil y otras maravillas del exterminio mecanizado.

Con esas armas los mexicanos se matan entre sí, pero en estado de graciosa inocencia. Nosotros disparamos con ellas (y cuando digo nosotros quiero decir los mexicanos) y nos matamos por miles, pero no tenemos la culpa. La culpa es de ellos, de los estadunidenses, malévolos gringos, quienes hacen las armas y permiten su exportación, sin contar la tolerancia de nosotros para dejarlas pasar de contrabando.

Vergüenza debería darles, ha dicho el señor secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont experto jurídico en esa extraña materia del análisis legal: si delinque quien ata la pata o quien degüella a la vaca.

Pero nosotros no tenemos la culpa, también en esto la tienen ellos.

Cada año más de 400 mil personas se van a trabajar a Estados Unidos. Aquí no hallan “jale” y allá encuentran bajos oficios rechazados “hasta por, los negros”, como dijo el insigne humanista (panista) Vicente Fox.

Pero la culpa de todo la tienen los gabachos por maltratar a nuestros paisanos a quienes queremos tanto como para darles una patada en el culo pero eso sí, una credencial de elector para recuerdo de su patria.

Un enorme derrame petrolero contamina las aguas del Golfo de México. Nuestro país se cruza de brazos a fin de cuenta, también en esto ellos tienen la culpa. ¿Y cuando nos llegue el chapopote?

MANLIO

Le preguntan a Manlio Fabio Beltrones sobre las suspicacias de la DEA en torno al futuro de la lucha mexicana contra la delincuencia cuando cambie el gobierno. Responde:

“Por el contrario, estoy seguro que este esfuerzo que ha iniciado de manera radical el Presidente Felipe Calderón, deberá continuarse hasta sus últimas consecuencias. Obviamente hemos dicho –y seguimos pensando– que es necesario hacer un alto en el camino para replantear la estrategia y poner más inteligencia que confrontación de fuego entre el Estado mexicano y la delincuencia organizada, porque éste es el que está generando mayor violencia, preocupación y muertes de muchos inocentes”.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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