Instituto Electoral del Estado de México

Yo no se si sea una desgracia o una incapacidad para ver la realidad, pero la alternancia democrática en México no se suele presentar como oportunidad de progreso sino como apertura de una temporada de caza.

Cornos, lebreles, casacas rojas, caballos y ayudantes, todos van en pos de la zorra corrupta. No importa si hay otros asuntos en la vida. No se habla ya de programas sociales ni de obras públicas o d seguridad para todos, en las calles, en las rancherías, en los empleos. Nadie pronuncia discurso en favor de la economía y su desarrollo regional, no se discuten los temas trascendentes y perdurables; n. Nada más cabe todo el universo en una frase contundente: los voy a meter en la cárcel.

Se habla hoy de la distinción entre justicia y venganza; pero a veces el límite es sumamente delgado.

Y no se trata de solapar a nadie. Mucho menos desde esta anémica columna; no. Simplemente sería necesario definir o redefinir la finalidad de un proceso democrático. ¿Sirve para más? Son los límites de un  cambio político los barrotes de una cárcel? No es un límite diría alguien. Es una necesidad de devolverle credibilidad al ejercicio del poder.

Y quizá lo sea, pero también es una escuela, un  camino relativamente fácil. Ojalá y la vida nacional se limpiara de esa manera. Toda.

En esas condiciones hemos visto el inicio de un  gobierno y las promesas de otros tres, por lo menos. Eso si le damos condición de inicio al triunfo electoral.

Ya “El bronco” llegó a la silla de gobierno en Nuevo León mediante la oferta-promesa de encarcelar al ex gobernador Rodrigo Medina o a su padre o a los dos. En ese camino va y sus seguidores y adeptos; los nuevos fiscales de Salem aplauden y se frotan las manos después.

En Veracruz Miguel Ángel Yunes desempolva viejos rencores contra Fidel Herrera, quien  dejó el gobierno hace casi seis años y promete someterlo a la acción de la justicia junto con el sucesor, Xavier Duarte de Ochoa.

La justicia ha sido servida, dicen algunos cuando se dicta una sentencia. Ojalá y todo esto sirviera para la justicia, condición altamente necesaria en un país donde han reinado la impunidad y el descaro, pero convertir esa actitud de pesquisa, investigación y persecución en el centro de la vida pública, tiene riesgos sobre los cuales alguien debe advertir.

Ya la historia nos enseñó la verdadera utilidad de los comités de Salud Pública. Hoy todos se sienten Robespierre. Y es un peligro para el presente y también para el futuro.

Insisto, esta columna no defiende a nadie. No es esa su intención. Simplemente cree inconveniente para la madurez democrática confundir todo un sistema con la sola y única promesa de castigar a quien lo merezca. Es conveniente y necesario pero mostrarlo como el único rostro útil del asunto y convertirlo en la materia prima de un gran espectáculo, es limitante y pequeño.

–¿Una vez con los corruptos en la prisión, hay algo más? ¿Hay otra oferta, se resolverán problemas no solucionados por la vigencias de esa inmoral conducta? Eso se debería dejar claro. Gobernar no es sólo castigar a quien haya delinquido. Gobernar implica muchas otras cosas más.

Pero por lo pronto los centuriones ya empujan a los delincuentes a la fosa de los leones. Los grande gatos ser relamen los bigotes.

Hace muchos años Julio Scherer estaba entusiasmado por la posibilidad de José López Portillo en la presidencia de la República.

–¿Por qué, Don Julio?, le dije una tarde.

–Porque “El Toluco” (así lo apodaba, como el boxeador), Don Rafael, no pertenece a ese sistema de componendas e impunidad. Quizá este hombre rompa con la horrible cadena de la corrupción y la complicidad.”

Pues no ocurrió así. Ya sabemos cómo si ocurrió.

El problema de la corrupción no se acaba con  los corruptos presos.

Es como el narcotráfico, no se termina con él si los grandes capos caen en la cárcel. Obviamente sin acciones punitivas menos se acabarían los problemas, pero convertir la revancha justiciera en la espina dorsal de la política: unipersonal. Ni esa del puente, ni la silla, ni la mujer se comparten.

GALI

Antonio Gali tiene un guión bien  aprendido. No importa si su discurso tiene un ventrílocuo llamado Rafael Moreno Valle. El repite zarandajas como esa del poder compartido. Eso es una mamila.

El acceso al poder es una cosa y su ejercicio es otra. Es la naturaleza del poder Ejecutivo en este sistema constitucional: unipersonal.

Ni el poder, ni el caballo, ni la pluma fuente, ni la silla, ni los calzones, ni la mujer, ni otras muchas cosas –decían los abuelos– se comparten.

Bueno, a lo mejor él sí.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

Deja una respuesta