Instituto Electoral del Estado de México

Obviamente San Andrés no escribió evangelio alguno.

Le bastó ser el primero de los apóstoles de Jesús para convertirse en puntal de la iglesia ahora llamada ortodoxa, como Pedro lo es de la Romana.

Pero si la palabra Evangelio significa buena nueva, noticia y por extensión anunció, el señor Andrés Manuel López Obrador ha llevado su mensaje de bondad, felicidad y servicio a Roma y lo ha entregado, como un moderno San Gabriel, mensajero divino, al Papa Francisco cuya reacción aun no conocemos.

Todos recodarnos ante esa irrupción en la sala Nervi o Sala de Música, donde se efectúan cada miércoles las audiencias públicas en el Vaticano, cómo llovieron censuras hace poco tiempo cuando un político mexicano se fue a saludar a un Papa y darle noticia de su futura condición matrimonial.

Enrique Peña, había ido al Vaticano a hacerle un regalo al Papa, obviamente no era este Papa. Y aprovechando el obsequio de un nacimiento con figuras de barro de Metepec, le comentó el compromiso con su actual esposa. Entonces fue un escándalo y medio mundo dijo, ¿cómo es posible? ¿
Cómo se atreven a usar al Papa para hacerse propaganda.

Y también se profirió la misma acusación contra López, “esto es un acto anticipado de campaña». 



Yo acabo de leer la carta escrita por Andrés al Papa Francisco y es una carta verdaderamente audaz; de mucha astucia, porque le da una medalla de Fray Bartolomé de las Casas (ni siquiera un santo) entre algunos conceptos de política y religión. Le recuerda cómo el padre de las Casas fue un defensor de los indios al principio de la dominación colonial mexicana. Claro, ahí se puede meter Andrés en una discusión con Motolinia, pues éste refutó a las Casas dentro del mismo lenguaje de la Iglesia. 



Pero no viene por ahí la polémica, sino por presentarlo como un defensor de los indios. Quizá este pueda ser algo así como su santo patrono y él, como éste, defensor de los pueblos naturales de América, sea un Papa misionero de verdad, cristiano, ¿por qué? por todo lo realizado en los últimos años, en Cuba, en Estados Unidos, y todo lo demás. 



Pero también hay en esa carta, una censura clara al papel de la iglesia cuando el golpe de Estado en México en el año 1913.

Andrés (San Andrés) expone un compendio muy extravagante de la historia de México, habla de Francisco Madero, de cómo se le dio un Golpe de Estado y de cómo un Papa bendijo al usurpador; un Papa bendijo a Huerta. 



«Pero usted no es así, para usted mi admiración».

Y luego le vende su lema de campaña y le dice al final, después de explicar su camino para el cambio histórico en este país, por las vías pacíficas y por la vía electoral, y le habla con una mezcla de Mesías y de líder político. 

Una cosa posible para Gandhi o para cualquiera, así de simple,

“Bajo la premisa- así condensa su ideario político- de que sólo siendo buenos, podemos ser felices y de que por el bien de todos primero los pobres». 



Entonces es una maravilla.

El líder de Morena no va en nombre de la Guadalupana, madre de los indios mexicanos, va en nombre de Fray Bartolomé de las Casas, el hombre cuya palabra ofrece una cierta dignidad al tratamiento o al trato para los indígenas. 



Y si solamente se requiere ser bueno para ser feliz, la felicidad es consecuencia de la bondad.

Y entonces yo pregunto, ¿cuánta infelicidad puede haber en un político profesional?, porque no es la bondad la necesidad de un político para su trabajo, el político necesita de la astucia, de la habilidad, del engaño, de todo cuanto Andrés Manuel ha hecho a lo largo de toda su vida para mantenerse como un dirigente político de primera línea. 



Pegar 26 codazos en la audiencia general; llegar hasta la fila donde están los cordones de seguridad:

–«Ejcúcheme, ejcúcheme, janto Padre» (sic)”, ¿no? y llevar y darle una carta al Pontífice, una medallita, saludarlo de mano y después propagar, ahora sí «urbi et orbi», su condición de único político mexicano capaz de compartir nociones de ética y de felicidad y de bondad y de cristianismo con el Obispo de Roma. 



Eso es audacia; no venderle chiles a Clemente Jacques. 


Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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