Instituto Electoral del Estado de México

Si usted es jefe de Ricardo Márquez Blas siempre tendrá un sí por respuesta. La mejor descripción de su trabajo la dio uno de sus colaboradores más cercanos: “si le piden un cohete espacial, lo promete para el jueves y nos manda a comprar papel maché”. A su forma, lejana de la de AMLO (más bien cercana a todas aquellas que propiciaron el ascenso actual del peculiar populismo mexicano), Márquez, la nueva contratación de la ministra Piña, es un destructor de instituciones.

Pasó por Cisen y encalló en la Secretaría de Seguridad Pública de García Luna. Por supuesto que era cercanísimo a Luna, pero en realidad lo relevante era su papel como personero de Francisco Niembro, el Subsecretario de Tecnologías de Información que edificó Plataforma México, el sistema de información policial que concentró, por vez primera, los datos criminalísticos que andaban desperdigados en muchas instituciones.

Su única labor al frente del recién creado Centro Nacional de Información (la instancia legalmente capacitada para propiciar el intercambio de información entre policías), fue impedir que cualquiera que no fuese su jefe Niembro pudiese participar en el proyecto. El problema era que Gobernación era la dependencia con atribuciones para los proyectos que el subsecretario de seguridad realizaba.

Márquez nunca promovió una mejora en Plataforma México y su papel fue acallar todas las quejas que había sobre ese sistema. Las fiscalías del país trataban de ser obligadas (sin fundamento legal) a entregar datos de procesos judiciales. Nunca lo hicieron con la salvedad de los vehículos robados; las policías preventivas trataban de cargar información y resultaba un tormento (a instancias de Niembro, se debían hacer contrataciones onerosas con Telmex para lograr conectividad a una sola oficina de cada estado; imagine lo inviable que eso resultaba en Veracruz o Sonora).

En realidad Márquez no entendió mucho de lo que había en Plataforma México y lo que significa a futuro (no es un tipo brillante, si quita los bla-bla-bla o blas-blas-blas, como decíamos en ese tiempo, queda muy poco) y sólo logró algunos aciertos presentando como propios trabajos que había hecho su equipo. Esto último, claro, es válido en una oficina de gobierno, pero lo terrible es que eliminaba de esos trabajo cualquier ruta de mejora o corrección.

Un ejemplo de su efecto en las instituciones: una vez que dejó esos cargos, por primera vez se pudo hacer una revisión de los sistemas de conexión entre la PJGDF y Plataforma México. Los ciudadanos de la capital se presentaban furioso en masa porque sus autos, alguna vez robados, pero que habían sido recuperados y devueltos, se quedaban con el reporte de robo activo en Plataforma México. Estos ciudadanos sufrían detenciones, extorsiones e impedimentos para realizar trámites. Para solucionarlo, el ciudadano afectado era obligado a ir por un oficio al MP implicado y llevarlo a Gobernación y a la Secretaría de Seguridad Publica. Eso para sustituir datos que debían circular al momento gracias a costosas herramientas informáticas.

Cuando Márquez dejó el cargo, por fin se pudo inspeccionar la conectividad entre Plataforma y la PGJDF. Lo que se encontró fue una PC de oficina, dada de baja en la SSP federal, que  había sido habilitada como miniservidor informático y que era incapaz, por supuesto, de realizar el envío y recepción de información masiva necesaria para que el sistema funcionara correctamente. Y claro, esto se solucionó en 6 días, pero con 4 años de atraso.

Probablemente ese es el más simbólico cohete de papel maché de Márquez Blas, aunque no el más reciente. En su segundo paso por estas labores de información policial, Márquez tuvo la oportunidad de evitar que licencias de conducir patito, emitidas sin ningún rigor por diferentes estados, estén creando identidades falsas a criminales. Cuando eso llegó al escritorio de Márquez, sencillamente lo congeló: le hubiera significado realizar un trabajo real y no mera escenografía.

No es muy difícil adivinar cómo se vendió ahora (y lo vendieron) a la ministra Piña. La seguridad de datos del floreciente sistema informático del Poder Judicial de la Federación necesita procedimientos, garantizar seguridad, métodos de manejo de datos a distancia. Todo ello fue parte del argumento.

¿En verdad importa que haya sido un consentido de García Luna? La respuesta es no. Lo peor está por venir cuando entregue sus edificaciones de papel maché a la Suprema Corte.