Instituto Electoral del Estado de México

Ubicua como la enorme y redonda luna celestial de cada día, cuya idéntica faz –jamás vemos su otra cara–, se mira desde cualquier rincón del mundo (si la esfera tuviera esquinas), la corrupción se nos muestra una vez más en la rotunda  calamidad de su frecuencia y universalidad.

Como el satélite –rosáceo, amarillento, naranja en el telescopio acapulqueño de los últimos días—, la corruptela cambia de color de acuerdo con el clima y la denominación de los billetes, pero si quisiéramos hacer  un poco de poesía barata, diríamos de ella: es una luna tan verde, como el relámpago de los dólares.

Al pronunciarse la palabra mágica: Odebrecht, los billetes bailan por el cielo como cometas enloquecidos o ninfas como olas de mercurio: inatrapables, evanescentes, imposibles de domar; esquivas, resbaladizas.

Y a fin de cuentas el enorme manto celestial se llama impunidad. No importa si el señor Oderbrecht purga condena en Brasil. Su cola de papalote derriba floreros por las oficinas de medio mundo.

La Luna, a diferencia de la repugnante corrupción,  se ve en estos días con tonalidades de generosa maravilla.

¡Oh!, luna compartida, ha dicho Jorge Luis Borges en uno de sus pocos arrebatos romanticoides, pero por toda la geografía, al menos la americana, se extienden los vestigios de la corrupción de complejo apellido, pues ha sido el señor  Odebrecht, el magnífico corruptor de medio continente, cuyas huellas son, como en Selene, cráteres o mares de manchas a la distancia,

El contratista brasileño,  Marcelo Odebrecht, de quien los mexicanos sabemos poco, es decir los mexicanos fuera de ese mundo de coimas y negocios entre agentes del gobierno, especuladores, intermediarios, traficantes de plazos y factorajes; banqueros, usureros, negociantes y comisionistas, agentes libres y contratistas, es uno de los granes pícaros continentales. Pero como él, hay cientos.

El hombre, cuyo apellido es ahora sinécdoque o metonimia de la deshonestidad, la prevaricación, las malas mañanas, los enjuagues y el mundo bajo cuerda, según el caso, dirigió el gran consorcio fundado por su abuelo (la más grande empresa de su tipo en América Latina), gracias a la proliferación de gigantescos contratos, logrados con la audacia del moche, la dádiva, el unto o la «mordida». Matar la vaca, atar la pata.

Y como la piedra va de acuerdo al tamaño del sapo,  los enormes contratos –imposibles de otro modo–, llevan una cierta tasa de acuerdo con el asunto a tratar.

Para los funcionarios de Petróleos Mexicanos, a favor de quienes se desperdigaron diez milloncitos de dólares, lo cual viene siendo algo así como  una baba de loro, pues las dimensiones del cochupo continental superan la imaginación hay velas en la capilla, desde la oculta investigación de la PGR, cuyo contenido se conocerá pronto (antes del tercer canto del gallo).

En ese sentido, en el universo donde existe el todo pero no las partes, revise usted esta información absolutamente inquietante:

“(AP).- Petróleos Mexicanos (Pemex) presentó una denuncia de hechos ante la Procuraduría General de la República (PGR) en contra de quien resulte responsable por posibles actos delictivos ocasionados en contra de la empresa productiva del estado relacionados por el caso Odebrecht.

“A través de un comunicado, Pemex precisó que la denuncia fue presentada el 25 de enero pasado.

“En el documento, Pemex recordó que la constructora brasileña aceptó haber sobornado a funcionarios del gobierno mexicano por 10.5 millones de dólares, de los cuales 6 millones de dólares fueron para un alto funcionario de una empresa controlada por el Estado.

“Derivado de ello, la Unidad de Responsabilidades en Pemex, dependiente de la Secretaría de la Función Pública, inició investigación para determinar si el soborno fue realizado a funcionarios de esta empresa productiva del Estado y, en su caso, sancionar a los responsables”, indicó en un comunicado.

“Agregó que la Unidad de Responsabilidades “realiza un minucioso análisis de todos los contratos celebrados entre Pemex y Odebrecht y sus filiales”, el cual está en curso.

“En ambos casos Petróleos Mexicanos colabora tanto con la Unidad de Responsabilidades como con la Procuraduría General de la República en el esclarecimiento de los hechos, para que se sancionen a los responsables y se reparen los daños ocasionados”.

Sin embargo, y sólo para estar en contexto, vea usted la página de “Veja”, lo cual es como decir, vea usted “Vea”, pues tal es el nombre, de uno de los más prestigiosos semanarios brasileños (como en México se llamó una revista tras la censura de su original título “Eva”):

 

“El ex director de Pemex Emilio Lozoya habría recibido en 2014 un soborno de 5 millones de dólares de la constructora brasileña Odebrecht, a cambio de beneficios indebidos por parte de la empresa petrolera.

“Según un artículo de la revista semanal brasileña Veja, que cita una declaración de Hilberto Mascarenhas, responsable de Operaciones Estructuradas de Odebrecht, el soborno le habría sido solicitado durante una reunión programada en noviembre de 2014 por Luis Weyll, director de Odebrecht México y con la autorización de Luiz Mameri, director de Odebrecht en América Latina.

“Lozoya, que dirigió a Pemex desde fines de 2012 y hasta febrero de 2016, negó ayer tener relación alguna con los presuntos sobornos pagados por Odebrecht.

«No he solicitado ni he recibido dinero ilegal», respondió a Bloomberg al tiempo que negó haber participado en alguna «supuesta reunión» así como conocer al ejecutivo de Odebrecht.”

Obviamente nuestro ejemplar funcionario (y no es ironía) Emilio Lozoya, ex director de PEMEX, quien algo debe saber de este asunto –especialmente en estos días de recogimiento–,  se  rehúsa a admitir si recogió para su menda, o si lo mandaron recoger para otra hucha, cinco de esos diez milloncitos, pero eso nada tiene de raro: todos dicen lo mismo.

 

En este mundo, ya se sabe, existe la corrupción, pero nadie es corrupto.

 

Bueno, hasta el vivales de Lula da Silva ha negado por todas las veladoras encendidas al pie del Cristo del Corcovado, haber tomado siquiera un cruceiro de esos dineros mal habidos y peor olientes. Fuchi.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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