Instituto Electoral del Estado de México

Cuando todo este sainete comenzaba con un simple tuiter del gobierno venezolano (desde un principio así se refirió a él esta columna) nunca pensamos hasta dónde iba a llegar ni cuántas serían sus repercusiones, la más grave de ellas, atribuible a una acusación por encima de la verbosidad del presidente Nicolás Maduro, reputar al gobierno mexicano como defensor (en tono de complicidad) de narcotraficantes aeronáuticos.

Pero si la lengua suelta de Maduro es preocupante, lo es más la actitud y falta de recursos diplomáticos del gobierno mexicano.

Exigirles a los venezolanos la identificación de los tripulantes de un avión cuyo origen fue nuestro país; confesar cómo cualquiera falsifica papeles, planes de vuelo, autorizaciones y demás, y así cruza media América Latina para acabar derribado o persuadido de bajar en las costas del Atlántico para luego convertirse (decían los cronistas de antes) en pasto de las llamas, resulta además de cómico, trágico.

“El secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong (Milenio) , aseguró que Venezuela no ha proporcionado información precisa sobre el avión de matrícula mexicana que fue destruido la semana pasada y sobre el cargamento que llevaba.

“El funcionario federal señaló que el gobierno de México solo tiene conocimiento de lo ocurrido por las declaraciones del presidente de esa nación, Nicolás Maduro.

«Tenemos declaraciones, pero no tenemos información formal, (no sabemos) quiénes son los pasajeros y si los tienen» detenidos, sostuvo.

«Lo que sabemos es que los pasajeros presentaron información falsa, por eso es importante llegar hasta sus últimas consecuencias y tener la información real que sólo se la pueden dar allá, porque ahí es donde llegó el avión».
Y aquí, además de los asuntos diplomáticos, tan desaseados en este caso, se tiene además los judiciales. Por eso es un tanto alarmante esta declaración de la subprocuradora Benítez. Vea usted cuantas palabras se necesitan para decir no se; no sabemos, nos pillaron con los dedos en la puerta:

“La subprocuradora Jurídica y de Asuntos Internacionales de la Procuraduría General de la República (PGR), Mariana Benítez Tiburcio, dijo que hay avances en la investigación de la aeronave mexicana destruida por las fuerzas armadas de Venezuela.

“El pasado 6 de noviembre (hace doce días) , elementos militares venezolanas destruyeron una aeronave mexicana en Alto Apure, al sur de Caracas, supuestamente al detectar que transportaba grandes cantidades de droga.

“Entrevistada en el marco de la Sexta Reunión con Órganos Implementadores del Sistema de Justicia Penal en México, la funcionaria de la PGR aclaró que la información que se tenga de los resultados se dará a conocer en cuanto haya los elementos necesarios.

“Explicó que «nos dimos a la tarea de investigar quiénes eran los tripulantes y quiénes son los propietarios (hace doce días) , por ello nos encontramos en pesquisas (hace doce días)».

“Aclaró que aún no se tiene alguna conclusión de las afirmaciones que hace el gobierno venezolano en el sentido de que el artefacto llevaba o no estupefacientes a bordo, «ya que no queremos aventurarnos a decir algo que no conocemos».

“Insistió que se trabaja de manera cautelosa (hace doce días) «como siempre lo hemos hecho antes de dar una opinión jurídica y en medios sobre el caso, sino esperar a la información del grupo de especialistas que investigan ya con mayores elementos».

Pero mientras llegan los “mayores elementos”, por el mundo circula una frase de plomo: el avión venía “full” de coca.
Pero si Maduro nos ha acusado de abogar por un avión de narcos, nosotros le podríamos preguntar el destino de la droga. Ni la han exhibido como evidencia, ni han probado su existencia. Y si no la quemaron, cosa poco probable pues son varios millones de dólares para retacar un avión, pues entonces sólo queda una conclusión: el gobierno de Venezuela se birla los alijos.

Pero donde la comicidad involuntaria excede ciertos límites es en el tono de leyenda urbana de todo el borlote: en el avión viajaba Caro Quintero, mientras media DEA los busca con el auxilio de media Interpol y medio mundo más.

Y muy serio el gobierno mexicano nos ha dicho: no tenemos información sobre si ese señor era uno de los misteriosos pasajeros falsarios a quienes dejaron ir mientras el avión ardía y ellos (decían los cronistas de antes) se hacían “ojo de hormiga” y huían con rumbo desconocido.

Siempre recuerdo aquella escena de Carlos Andrés Pérez bailoteando con un sombrero de charro en torno de las exuberancias de Telma Tixou en el cabaret Capri de la ciudad de México. Me parecía el exceso del tropicalismo, pero todo esto me da para una novela, no de Graham Greene sino una película de Juan Orol.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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