Instituto Electoral del Estado de México

La verdad, señor, yo no sé de dónde tomamos esa forma de calificar a los ineptos o desfachatados porque la expresión impresentable comenzó a popularizarse en ese sentido, creo yo, por la lectura de los diarios españoles, según recuerdo, pero en México no se les decía impresentables a los incapaces, descarados, cara dura o simplemente indeseables, indecorosos, ruines, torpes, come cuando hay, fuera cual fuera su colocación en la escala sociológica de nuestra sociedad, especialmente entre los políticos, ese grupo al cual llamamos “clase política” y cuya característica principal, ahora acentuada como nunca antes, es la falta de clase, pero estos son tiempos de absoluta “impresentabilidad” como quizá pueda exhibir en estas líneas y a usted ya le pongo algunos casos, para cuya atención le pido un poco de comprensión y paciencia y de antemano me disculpo por las naturales omisiones, fallas y ausencias en el listado, pero vamos por partes, porque la enciclopédica variedad de mendaces tracaleros como pueblan este universo de la llamada Cuarta Transformación deja pequeños a los anteriores, y en ese sentido, sí si son distintos, diferentes como tanto blasonan y presumen, pues en los tiempos del priato o del paniato o de las denominaciones políticas anteriores, se veían esperpentos en Los Pinos, como esa extraña conjunción de Prozac y Coca-Cola de Don Vicente Fox, pero vaya en su abono, lo inocuo de sus ocurrencias, porque todo pasó fuera de lo esencial o lo trascendente, pues el macabeo abajeño fue torpe pero poco dañino; no destruyó las instituciones nacionales y sí, en cambio, hizo algunas cosas valiosas, como por ejemplo, el Seguro Popular o las estancias infantiles y cosas de ese jaez, las cuales, si bien no ocultaban sus errores, tampoco eran como para tomarse a la ligera en la edificación institucional de este país y –conste—, no me olvido de sus dislates diplomáticos ni de sus errores con Cuba y Estados Unidos, ni su inverosímil pregunta del ¿yo por qué?, ni de otros, pero esas metidas de pezuña, ya parecen ahora veniales pecadillos, pero en fin, las cosas son así y tampoco olvido los errores de Felipe Calderín quien jamás supo manejar la inconformidad electoral ni logró de raíz someter a quienes hoy le un inventan crímenes de lesa humanidad, como si fuera un genocida, cosa muy lejana de su torpeza en el manejo de la crisis de seguridad en buena parte incitada por su monomanía defensiva de usar a los militares en tareas de seguridad pública (igualito como ahora), sin saber cómo ni cuándo ni dónde, pero hasta en eso ha sido superado por esta administración, cuyo mejor respaldo y apoyo, (y de eso se lamentaban estos mismos en su chillona jeremiada), es el fusil de los militares, quienes lejos de actuar por obligación republicana, hoy han sido mordidos por la serpiente de la codicia pues les han entregado muchas tareas civiles alejadas de su hipotética capacidad para reestablecer el orden nacional; asunto muy por encima del reparto de gasolina o la administración de un aeropuerto planeado sobre las rodillas y vacío; una aduana como coladera y la conducción de las pipas de gasolina o gas… ¡el gaaas!, y así pues no hay límites anteriores cuya barrera no salte este gobierno tan fallido, tan mentiroso, tan corrupto para vivir del eterno cash, subrepticio, clandestino, bajo la mesa (como se ha visto en evidencias tan repetidas como olvidadas por la autoridad juzgadora); perdonado por el amiguismo del auténtico fiscal carnal, de amplia capacidad para el cínico prevaricato porque ellos están equivocados en muchas cosas, pero su capacidad de rectificación en cualquier asunto como mínimo sea, es nula, no admiten nada, especialmente de sus corruptelas, actos de engañifa; siquiera aprendieran y corrigieran un poco, un tantito, pero nada, lo malo es como en otros campos, menos lejanos de las relaciones internacionales, la vida nacional, se despeña entre la mendacidad, la falsedad y la terquedad infructuosa, porque no me va a usted a decir, yo aplaudo, como cuando a nuestro señor presidente le gritan la falta de medicinas y su mejor respuesta es no hay pero va a haber, como si eso nos sirviera de algo y no lleváramos cuatro años de falta de medicamentos, pero eso sí, con la promesa de un sistema sanitario de las dimensiones excelentes de Dinamarca o Noruega, lo cual parece y es, obviamente, una burla o una payasada o cualquiera de las dos cosas, porque si algo es cierto en este mundo son la enfermedad y la muerte y ésta se ha presentado en este país, en miles de casos, no por casualidad sino por invitación, pero mientras vemos estas cosas a las cuales ya nos hemos acostumbrado con el estoicismo de este pobre pueblo sojuzgado pero feliz, engañado por siglos y siglos, y siempre dispuesto a digerir la falacia, como sucedió con toda esta fabricación de Ayotzinapa cuya conclusión favorable fue previa a la chambona investigación del pobre Alejandro Encinas quien peregrinó hasta Israel para entrevistarse con Tomás Zerón de Lucio, quien lo manda por un tubo, como la realidad misma, vaya cosa: el fiscal va a suplicarle al acusado, eso es joderse, compañero, y así quieren triunfar en el tiempo y hacer la historia, cuando apenas podrán con la historieta porque no es posible transformar a partir de lo fallido, excepto si se quiere continuar con las fechas divisorias del tiempo mexicano, porque la Independencia se tardó once años, y quien sabe; la Reforma ha sido traicionada una y otra vez y la Revolución es un sueño inconcluso cuyo monumento –como el del Ángel–, cosa rara, es un mausoleo colectivo, muy propio de un país cuya mejor convivencia es con la muerte, hasta la de las ilusiones.



Rafael Cardona | El Cristalazo

Author: Rafael Cardona

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