Instituto Electoral del Estado de México

En el lejano marzo del 2011, hace diez años, muchos medios de información firmaron un documento al amparo del lavado de sus conciencias: ¿cómo tratar los casos de la delincuencia organizada? El acuerdo, obviamente, no sirvió ni para untárselo en él Camembert.

Una ociosidad insignificante bajo la enorme sombrilla del Museo Nacional de Antropología.

Diez años después, con más de cien periodistas asesinados en este país y en medio de la indignación producida por las amenazas en contra de varios medios, sintetizados todos en la advertencia contra la conductora Azucena Uresti, quien –a pesar suyo o sin él— ha logrado por esta causa, una popularidad infinita y peligrosa.

Pero más allá de las amenazas del crimen organizado mes necesario, una vez más, reflexionar sobre el clima de linchamiento de los medios propiciado por el presidente de la República cuyo comportamiento va más allá de la sensatez.



El Ejecutivo divide los medios en dos grandes campos: los justos y los injustos. ¿En relación con qué? Con la forma como se refieren a él, a su gobierno y a sus estrategias políticas, sanitarias, de seguridad o de cualquier otro tema.

Los críticos son así porque perdieron dinero, porque ya no se les derraman los 120 mil millones de pesos de gobiernos anteriores. Es el mercenarismo de la información.

Pero la condena al mercenarismo no extingue a los mercenarios. Ahora tienen otro patronazgo. Antes era el gobierno de Peña (aceptando sin conceder); ahora es el régimen en curso.

Casi como el, otro López (Portillo), Obrador dice me pegan

Porque no les pago, lo cual arrincona y define a los medios afines a su transformación, no lo son por convicción sino por interés. Son “chayotes” de otro huerto.

Pero más allá de las cuestiones financieras, entre el presidente y los medios hay diferencias irreconciliables. Sus hagiógrafos lo atribuyen a la época en la cual –aliados con sus adversarios–, lo zarandeaban un día sí y otro también, lo cual sedimentó en su conciencia una capa rencorosa cuyo desahogo se da ahora con la invulnerabilidad del cargo.

Pero ese rencor lamentoso no se ha extinguido. Cada y cuando puede, el presidente se queja con la jeremiada de ser objeto de la sevicia de la prensa, en condiciones apenas similares a las de los enemigos del presidente Madero, cuya imagen fue demolida para preparar el camino a un golpe de Estado.

Es una extrapolación inaceptable, pero muy rentable para la construcción de una imagen de presidente perseguido y a pesar de todo tolerante con los medios cuyos contenidos no se dirigen al interés de los ciudadanos, sino a la defensa de los negocios de sus propietarios, lo cual también es cierto, pero no exclusivamente cierto.

La construcción de un patíbulo de los medios cada miércoles, donde se exhiben las mentiras de periódicos y televisoras, entre otros, es una linda forma de morderse la lengua. Cada y cuando ha habido oportunidad en ese mismo escenario (Astillero, Blancas, por ejemplo), han desmentido a (pobre analfabeta funcional) Anita Vilchis. Otra buena para nada.

Pero obviamente el gobierno no es el responsable de las amenazas del crimen organizado contra medios y personas. El gobierno sólo es responsable de no haber logrado en tres años, contener a la delincuencia organizada, ni mejorar las graves condiciones de inseguridad en el país.

Las bravatas criminales de los cárteles contra los medios no son sino una muestra más del problema cuya solución no pasa ni por los balazos ni por los abrazos (el ripio ocurrente más caro de la historia). Esa es una bufonada.

La fracasada política contra la violencia no logró la pacificación prometida.  Y si no fue posible en la primera mitad (cuya celebración ya nos anuncia el Ejecutivo con un tomo más de sus obras completas), tampoco lo será en el trienio por venir.

Excepto si algo cambiara, como la terquedad.

LEGISLATURA VERGONZOSA

Con discutible orgullo esta agónica legislatura fue denominada por la propaganda como “de la paridad de género”. 

Pero por su comportamiento en torno del desafuero de un pederasta homosexual (en mi pueblo se les llama de otra manera menos correcta pero más exacta) y un avorazado negociante de los presupuestos públicos, se debería llamar “legislatura de la complicidad de género”.

Durante meses y más semanas los diputados Saúl Huerta (Morena) y Mauricio Toledo (PT), ambos de las izquierdas promotoras de la transformación moralizante del nuevo régimen estiraron los plazos con la complicidad de sus bancadas sin una sola palabra de condena desde las alturas donde todo comportamiento adverso a los designios del Palacio es rápidamente señalado y corregido.

En el Zócalo hubo un silencio momificado. Y cuando Alejandro Encinas urgió a Monreal a apresurar la celebración de un periodo extraordinario, ya las bancadas fieles al gobierno les habían dado oportunidad de evadirse, o como dicen los expertos de la crónica policiaca, “sustraerse a la acción de la justicia”.

Obviamente los van a aprehender tarde o temprano, pero eso no va a borrar ni la lenidad ni la complicidad.

Lo más notable de estos casos no es la protección a Toledo quien con sus haberes mal habidos pudo auxiliar en las actividades políticas de su partido. Es decir, se ponía la del Puebla con sus compañeros, muchos de ellos rufianes conocidos.

Pero haber protegido al maricón violador poblano (y no me digan homófobo), solamente los coloca en la misma tesitura moral y delincuencial del prófugo.

Pero además de todo queda el vergonzoso comportamiento de los diputados del PRI quienes con su tibieza y cautela sospechosa, hicieron posible todo este derrumbe del mermado prestigio legislativo. 

Rafael Cardona | El Cristalazo

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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