Instituto Electoral del Estado de México

Las revueltas, pillajes, motines y bloqueos, todo eso junto  ocurrido recientemente en algunos estados de la República Mexicana con motivo o pretexto del alza de las gasolinas y otros combustibles aunados a la decepción por las promesas incumplidas y las ofertas olvidadas, impusieron durante algunas horas y en espacios muy localizados, un estado caótico;  inestable, alejado de toda posibilidad real de control así hubieran querido promoverlo quienes azuzaron la asonada en los primeros momentos bajo el disfraz de la protesta civil y civilizada.

En algunos momentos, cuando la violencia se desborda y no hay forma de controlar a nadie, uno recuerda estas líneas de Saramago en su célebre “Ensayo sobre la ceguera”:

«…Las órdenes que tengo son muy claras, salir, no sale, nadie, entrar, sólo comida, Si la infección se agrava, que es lo más seguro, el caso puede rápidamente acabar de la peor manera posible, Eso no es cosa mía, Hable entonces con sus superiores, dígaselo, Mire, ciego, con quien voy a hablar

es con usted, y le voy a decir una cosa, o vuelven usted y ésa ahora mismo ahí dentro, o les pego un tiro, Vamos, dijo la mujer, no hay nada que hacer, no tienen  ellos la culpa, están llenos de miedo y obedecen órdenes, No quiero creer que  esté ocurriendo esto, va contra toda regla de humanidad, Mejor es que lo creas,porque nunca te has encontrado ante una verdad tan evidente, Aún están ahí, gritó el sargento, voy a contar hasta tres, si a las tres no han desaparecido de mi vista pueden estar seguros de que no volverán a entrar, uuuno, dooos, trees, fue verlo y no verlo, y a los soldados, Ni aunque fuera un hermano mío, no dijo a quién se refería, si al hombre que había venido a pedir los medicamentos o al de la pierna infectada. Dentro, el herido quiso saber si iban a dejar pasar medicamentos, Cómo sabe que fui a pedir medicinas, le preguntó al médico, Pensando, usted es médico, Lo siento mucho, Eso quiere decir que los medicamentos no van a venir, Sí, Ah, bien. Habían calculado justo la comida para cinco personas. Había botellas de

leche y galletas, pero quien calculó las raciones se olvidó de los vasos, tampoco había platos, ni cubiertos, vendrían quizá con la comida del mediodía. La mujer del médico fue a dar de beber al herido, pero éste vomitó. El taxista dijo que no le gustaba la leche y quiso saber si había café. Algunos, tras haber comido, volvieron a acostarse, el primer ciego llevó a su mujer a conocer los sitios, fueron los únicos que salieron de la sala. El dependiente de farmacia pidió permiso para hablar con el señor doctor, le gustaría que el señor doctor le dijera si tenía una opinión formada sobre la enfermedad, No creo que, propiamente, se le pueda llamar enfermedad, comenzó precisando el médico, y luego, simplificando mucho, resumió lo que había investigado en los libros antes de quedarse ciego. Unas camas más allá, el taxista escuchaba atentamente, y, cuando el médico terminó su relato, dijo desde lejos»,

La ceguera en el libro del Nobel portugués es, obviamente, una alegoría: es el mundo sin la capacidad de entender.

“No quiero creer que  esté ocurriendo esto, va contra toda regla de humanidad”, es una de las frases recurrentes cuando uno mira la marabunta voraz en las tiendas de autoservicio o los supermercados o las modernas misceláneas de refrigeradores impecables, y la rabia en estallido  con la cual se lanzan los manifestantes contra todo y contra todos.

La quebradura de cristales, los jaloneos, las cercas abatidas, los robos insospechados, las furias desatadas.

–¿Y todo eso va a lograr el descenso de los precios de gasolinas e hiodrocarburos? Obviamente no, pero no es esa la finalidad.

Se trara de aumentar las duras circunstancias de una vid difícil agravada por la carestía, se trata de probar, exhibir, de mostrar cómo el gobierno no gobierna y cuando lo hace nos daña y perjudica.

Y también de sacar de cacería al fiero animal cuya silvestre condición habita bajo la delgada piel de nuestra “civilización” pulcra y ordenada. Mentira. El salvaje regresa, cuando lo hacen regresar.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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