Instituto Electoral del Estado de México

Con mucha frecuencia, en diversos asuntos de la vida —las relaciones personales, laborales, profesionales y demás—, los hechos son simples y las explicaciones para justificarlos, por lo general fallidas y poco persuasivas o convincentes, no hacen sino aumentar la densidad del caso.

Ése es el asunto en el cual ahora el gobierno se ha atascado. No sabe cómo explicar el aumento de la gasolina y su relación con las promesas de una incipiente reforma energética, en medio del derrumbe de una imagen pública cuya recuperación ha pasado de lo difícil a lo imposible.

Este aumento anunciado apenas hace unas horas, en medio de una crisis general de desabasto especulativo, aun cuando Pemex lo trate de negar, es una desgracia para los ciudadanos, pero una debacle para el gobierno.

Y lo es sobre todo por la automática asociación de las palabras presidenciales, las cuales viajan en las pantallas de todos los teléfonos inteligentes (de lo poco inteligente en el país), tabletas y computadoras personales de todo México, con la velocidad de la chunga y el ridículo.

El alza de los precios de la gasolina, para cuyo aumento no son tan importantes los factores energéticos como los fiscales, pues Hacienda se sigue llevando el platal, habría sido nada más un asunto económico de riesgo inflacionario, como ha habido miles en nuestra historia cercana, pero la intensidad y repetición de las promesas presidenciales y de los demás actores en cuanto a la muerte del gasolinazo y la evidencia de su fortalecida resurrección, lo han convertido en un asunto político en el peor momento: la antesala de las elecciones en el Estado de México, Nayarit y Coahuila. No es necesario insistir en la importancia del proceso mexiquense cuando la imagen del PRI oscila entre el repudio y el desprestigio y su peso más allá del simbolismo en la permanencia del tricolor en Los Pinos.

Pero en el juego de las explicaciones uno a veces debe recordar a los poetas. Fernando Pessoa decía: las explicaciones nunca explican completamente las cosas. Satisfacen a quien las ofrece peor nunca convencen a quien las escucha. Casi siempre explicar es justificarse.

—¿Le servirán de algo estas palabras a quien debe sacar la billetera y gastar un 20 o un 30 por ciento más por combustibles, aditivos, lubricantes y demás?

“El aumento en el precio de las gasolinas (Crónica) no debe asustar a los consumidores mexicanos, porque con el nuevo esquema se divorciará el precio del petróleo de razones tributarias o políticas, aseguró el secretario de Hacienda y Crédito Público (SHCP), José Antonio Meade Kuribreña.

“En entrevista radiofónica, aseguró que a partir de 2017 México tendrá un mercado de gasolinas que permitirá la competencia y que hará que el precio del combustible pueda subir o bajar con base en las condiciones del mercado, como hoy sucede en casi todo el mundo.

“Lo que va a pasar es que vamos a divorciar el precio del petróleo de razones tributarias o de razones políticas”, dijo; a su vez, añadió que en la historia del país, con excepción de unos meses del año pasado, el precio de la gasolina sólo subía y nunca bajaba.

“El funcionario añadió:

“Lo que veremos a partir de este año es que la gasolina habrá veces que suba y habrá veces que baje, como se vayan ajustando las condiciones de mercado”.

Estas frases felices y de enorme optimismo por el siempre inalcanzable esplendor del futuro, tiene aspectos veraces. Tiene razón el secretario Meade, no se deben espantar los consumidores; se debe espantar el gobierno porque se encamina a una grave y apabullante derrota electoral.

—¿Sólo por subir la gasolina?

No, por haber ofrecido, con la misma esperanza y firmeza de ahora, un futuro sin aumentos.

No es posible prometer y traicionar las promesas. Es como si alguien encabezara un Instituto de Pirotecnia y se ufanara de la seguridad absoluta de un mercado de cohetes y lo viera volar en pedazos, con una treintena de muertos, una semana después.

El pez por la boca muere.

Esta columna no va a polemizar con el secretario de Hacienda (a él no le interesaría), pero si algún día los beneficios de la competencia en el libre mercado de las gasolinas empujaran los previos hacia abajo, lo harán en centavos, mientras las alzas seguirán siendo en pesos, como ahora.

La fórmula para bajar los precios de la gasolina no está en el libre mercado. Mentira. Está en una política fiscal diferente. Lo gravoso no es el precio de los combustibles, lo caro son los impuestos vampíricos.

Y esos no van a cambiar. Por eso quebró Pemex, porque Hacienda lo estragó mediante una succión feroz. Ahora ya no puede ordeñar a Petróleos Mexicanos, pero sí a los consumidores y a los ciudadanos en general.

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elcristalazouno@hotmail.com

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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