Al comenzar el año el Presidente de la republica atestiguó la firma de un convenio múltiple entre los gobiernos estatales y la secretaría de Gobernación para enlazar en una red de cómputo e informática compartida, las oficinas del Registro Civil para lograr en México y el extranjero la expedición sencilla y casi ubicua de actas de nacimiento.

Esa clave única ha sido posible por las facilidades tecnológicas por cuyo avance se ha logrado modernizar casi todo en este mundo. Modernizarlo y –eso ya será materia de otro análisis—fiscalizar de muchas formas a los ciudadanos, cuyo destino físico se detecta mediante la portación de un teléfono y cuya vida se controla desde las cuentas del SAT, por ejemplo.

Pero registrar un nacimiento no significa expedir una cédula de identidad. Un documento definitivo donde se contenga todos los datos del mexicano. Como sucedáneo de esto se utiliza la credencial para votar expedida por el Registro Nacional de Electores, pero hay quienes por edad o por designio, no son electores.

El anuncio hecho a principios del año, entre brindis, parabienes y roscas de reyes, no resuelve una falla estructural de la política poblacional. Si bien tenemos derecho a la identidad –como ha dicho el Presidente Peña–,  también tendríamos necesidad de un documento de identidad.

No de un documento registral, sino un documento portátil como la licencia de manejar o la credencial del Instituto Nacional Electoral, pero los asuntos poblacionales no pueden ser sustituidos por los asuntos electorales.

¿Por qué esta manía de pedirle a la gente su documento electoral para que pueda cambiar un cheque en un banco? ¿Por qué? ¿Por qué el Instituto Electoral se apropia de una función de definiciones de registro poblacional?

Por una razón muy simple, cuando nació el Instituto Federal Electoral con ese gasto brutal para hacer la credencial con fotografía para votar, no para identificarseel efecto colateral y la justificación de la enorme inversión del  actual INE, fue obligar a la gente a inscribirse  al padrón para justificar su existencia con el volumen enorme de más de 80 millones de credenciales.

Pero millones de  mexicanos durante 18 años no tiene un documento de identidad.

Alguien dirá, bueno, tienen la CURP, sí, nada más que la CURP no funciona.  Nadie puede llevar su CURP a un banco para cambiar un cheque.

Nadie puede en este país decir que tiene un documento de identidad. La cartilla del servicio militar nacional, sí, pero muchas mujeres no están en el servicio militar.

Entonces los niños, los jóvenes no tienen documento de identidad. Al acabar la ceremonia de los registros civiles se lo preguntaron al Presidente y dijo, bueno, por lo pronto vamos a arreglar esto, tener una clave única para el  registro y  se tenga la posibilidad de enlazar todas las oficinas registrales.  Ese es un primer paso.

El segundo paso, debería ser darle al Instituto Electoral su documento para votar, útil también para identificarse, pero no al revés, no nos podemos identificar exclusivamente con la credencial para fines electorales.

Que no se meta el Instituto Electoral en los asuntos de población y que no se meta la Secretaría de Gobernación en los asuntos electorales.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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