Instituto Electoral del Estado de México

Más poético era aquello de ”Yo también hablo de la rosa”; pero en los tiempos corrientes no evoquemos la lírica ni el teatro ni ya más a Villaurrutia, Sor Juana o Emilio Carballido. Hablemos, pues, como todo mundo en días recientes de la ”grifa”, “mota”, “cola de borrego” o simplemente mariguana de esa indispensable para hacer andar a las cucarachas.

Todo mundo tiene en estos días un punto de vista sobre si se debe permitir o liberalizar el consumo pleno de la aromática hierba llamada en otras latitudes cáñamo o hachís, pues todos son parientes y todos son mal vistos socialmente (en ciertos estamentos menos proclives al esnobismo) excepto si uno vive en el mundo rastafariano de los hombres de rastas y camisas tricolores.

Hablan de la mariguana y de esa cada vez menos definida circunstancia de la “salud pública”, ámbito en el cual caben los abortos voluntarios, el consumo de tabaco, el cáncer, la influenza, la gordura, los niños obesos y los bebederos en las escuelas; el impuesto a los refrescos, la diabetes y la creciente angustia vital determinada por el estrés de la vida contemporánea.

Todo es un problema de salud pública, hasta ponerse o no el cinturón de seguridad en un auto o manejar sin casco una motocicleta.

–¿Cómo?

Si usted se rompe el hocico a bordo de la Harley Davidson, lo llevarán a un servicio de emergencia y eso gravitará sobre las finanzas de la seguridad social y la cantidad de accidentes tiene relación directa con la calidad del servicio, lo mismo si se abre la chompeta contra el volante por no llevar el cinturón terciado entre muslos y escápula.

Y la salud pública es también la atención de los diabéticos, los gordos, los hipertensos y los mariguanos al volante o fuera de él. Todo viene siendo salud pública, hasta la estupidez pues no faltará quien acuda a los servicios de salud mental de las instituciones públicas como si fuera posible resolver las ausencias de natura.

Y la mariguana, o mejor dicho el debate en torno suyo, tiene dos componentes mi juicio insuficientes para una discusión. El primero, fumar mota o no fumarla es un asunto de libertad individual, como casi todo en la vida. El segundo, la inocuidad de su consumo. Sus defensores, en especial los comentócratas educados en Estados Unidos donde el consumo de cannabis es una asignatura obligatoria en todas las carreras, insisten en compararla con otras drogas frente a las cuales es simplemente inofensiva.

Pero a mi juicio hay un elemento pasado por alto; y la Corte de seguro no lo tomará en cuenta pues no se trata de un asunto jurídico y tiene relación con la música: en este asunto México bailará a como le toquen el son los Estados Unidos. A nadie en verdad le importa ese rollo magnifico de libertad individual o la poca eficacia neurodegenerativa de la mota cuando le quemamos las patitas a Satán. No es cierto.

Si la mota se legaliza, liberaliza o se vuelve obligatoria, será por intereses económicos. Mientras haga ricos a los narcotraficantes seguirá prohibida por sus socios los políticos. Cuando deje de ser negocio clandestino para hacerse actividad empresarial abierta, como en Estados Unidos (donde quisieron frenar a la Coca Cola prohibiendo la cocaína), hacia allá mudaremos con la obligatoria docilidad de toda nuestra historia.

Nada de cuanto hagamos los mexicanos provendrá de México. Vivimos de imitar o de obedecer. Si el Marqués de Croix nos dijo habéis nacido para callar y obedecer, eso mismo nos dice desde hace muchos años el empuje estadunidense en todas las áreas, desde la música hasta el apagón analógico, el jazz o los teléfonos celulares y las computadoras de Apple o los programas de Microsoft, la Serie Mundial y el Súper Tazón. Todo.

En ese sentido todos seremos Portland. No es posible vivir fuera de la globalización y si esta empuja para allá, no iba a ser de Ámsterdam de donde viniera el empuje a este país; vendría, como estámos viendo, de los Estados Unidos y su nueva confirmación del mercado.

–¿Y los daños sicológicos, las consecuencias laborales y demás?

–Simples daños colaterales. Primero quitarle los negocios a los narcos de bota picuda y cinto pitiado; después la salud pública o privada. Nada más.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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