Instituto Electoral del Estado de México

Como si el cúmulo de desgracias y contratiempos políticos no hubieran sido suficientes en el más deslucido sexenio guardado en la memoria (cuando suponíamos imbatible el fracaso de José López Portillo y sus lágrimas lastimeras), la última y simbólica noche de cercanía con el pueblo, el “Grito” de la Independencia; el tañido del esquilón de San José y la bandera a todo lienzo tremolada desde el Palacio Nacional, la fiesta se vuelve cascada de incomprensión y ausencia.

El dios de la lluvia, si hemos de jugar a los símbolos, revienta las ollas de cielo en manos de los traviesos “tlaloques”. Retumba el cielo oscuro y se llena la ocasión de lampos y de lluvia. Adiós a la fiesta y la sesión de pólvora mojada.

–No vamos por la lluvia, dijeron algunos.

–Nos vamos por la lluvia dijeron quienes habían desafiado la cascada con impermeables de hule y tímidos coros de patriotismo bajo el chaparrón.

Pero si en la pluviosa condición del festejo no intervinieron, manos humanas, Si las hubo entre quienes molestaron ostensiblemente con luces láser verdes al Presidente de la República, quien con los labios apretados movía la cabeza con “bending” superior al de Julio Cesar Chavez Jr.

En otro tiempo los objetos de la protesta habrían sido tomates y verduras, como en los viejos teatros españoles cuando no gustaba la verbena o desafinaba la tonadillera en cualquier otra obra del género chico y ella o el actor se llevaban la visible reprobación de la verdulería.

Lo preocupante en este caso no es la inocua agresión luminosa –esa fue la Estela de Luz del pueblo ofendido, dijo alguien–, sino la facilidad con la cual los #132 burlaron el supuestamente inviolable cero triple del Estado Mayor Presidencial. Ya en días anteriores se habían enlistado los punteros “láser” entre los objetos prohibidos; las armas de fuego, los cuchillos y navajas; los envases de vidrio, las hebillas, los paraguas y los juegos de pirotécnica, es decir, brujas, palomas y buscapiés; escupidores y luces de Bengala.

Pero si no las hubo de Bengala si las hubo de venganza.

Como inoportunas moscas panteoneras, los rosetones verdes le subían y le bajaban por la cara y el saco al Presidente cuya imponente Banda Presidencial bajo la lluvia era escenario para el chacoteo. Lo mancharon con esa forma lumínica del “grafiti” grosero y de paso les demostraron a quienes cuidan la seguridad lo feble y relativo de sus procedimientos.

Horas antes de la exitosa protesta luminosa cuya más cercana osadía (recuerda este redactor) se dio cuando tras una manta del Sindicato Mexicano de Electricistas (¿le suena conocido?) apareció un mini terrorista apodado “El pato”, y lanzó una botella Molotov contra el balcón central del Palacio Nacional cuando Miguel de la Madrid presidía un desfile.

Obviamente no atinó al, objetivo y la bomba incendiaria se estrelló en uno de los balcones cercanos donde conversaban Ricardo García Sáinz y Alejandro Carrillo Castro quien resultó con dolorosas lesiones en los muslos.

La agresión durante “El grito”, sin peligro mayor, pero igualmente efectiva como forma de protesta, fue descrita así por Terra:

“Integrantes del Movimiento #YoSoy132, cumplieron su amenaza y durante el grito de Independencia del presidente Felipe Calderón en el Zócalo capitalino, le apuntaron con un láser (acrónimo de (Light Amplification by Stimulated Emission of Radiation). Las protestas de los jóvenes, se enmarcaron en una jornada de lucha que incluyó la toma de las principales casetas de peaje del Distrito Federal, así como un contra grito en el Monumento a la Revolución.

“Los manifestantes del movimiento #YoSoy132 lograron ingresar al centro de la plancha del Zócalo y posicionarse justo frente al balcón del Palacio Nacional, y pese al gran despliegue de seguridad metieron pancartas, mantas y cartulinas con mensajes de repudio hacia el gobierno de FCH y contra el presidente Electo Enrique Peña Nieto”.

Pero mientras los protestantes hacían de las suyas, en Copilco el Alto se había realizado una asamblea casi tanatológica.

Andrés Manuel, con una actitud de duelo, mencionaba los dolores personales por el fraude e instaba a seguir adelante con la construcción de una patria nueva alejada de las manos de quienes fracturan la legalidad y la democracia.

“…Nos dolió mucho este nuevo fraude, porque estaban fincadas las esperanzas de que las cosas cambiarían, pero tenemos que seguir adelante, porque está de por medio el destino de la Nación y el futuro de las nuevas generaciones, los procesos de transformación son difíciles y complejos, pero no son en vano porque lo que queremos es una transformación de fondo…»

Por lo pronto no ocurrió nada importante después. La lluvia se derramó sobre la plaza y a la mañana siguiente los tanques y los caballos, las botas de los soldados y el trueno de los tambores, llenaron la mañana dominical. Sólo quedaron para la anécdota los últimos días de un presidente y la voz del comandante del desfile, el general Augusto Moisés Ochoa:

–Sin novedad, señor presidente.

–¿De veras? ¿O la olla hierve en silencio?

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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