Instituto Electoral del Estado de México

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Todo un plan de futuro complementado con el anuncio de foros diversos para reflexionar colectivamente en los grandes asuntos nacionales, como en su tiempo los llamó Andrés Molina Enríquez. La fecha no tenía ninguna importancia real. Un cumpleaños más del Estado de México como integrante del Pacto Federal. Una efeméride celebrada 185 veces. Una fecha.

Sin embargo, el discurso de Enrique Peña Nieto, gobernador mexiquense, ha tenido el efecto de una bomba política en el corazón de la patria y sus festejos:

“Lo que necesitamos —dijo con notoria energía— es una visión compartida de país, lo que requerimos es una planeación estratégica transexenal, que con el consenso de las distintas fuerzas sociales dirija todas las políticas y programas de gobierno hacia el cumplimiento de las grandes metas nacionales.

“En lo político, en lo económico y en lo social estamos a favor de respaldar reformas de gran calado. Aquí decimos sí al cambio (el escenario del cambio es el futuro, no el presente), pero al cambio con rumbo; los mexiquenses decimos sí a las reformas que hagan que el Estado sea funcional y logre mayor eficacia”.

Peña Nieto mencionó una de las palabras explosivas del léxico político mexicano, en especial del diccionario de la cautela y por eso su discurso trascendió lo local y cimbró lo nacional: transexenal.

O sea, cuando se acabe el sexenio.

Para entonces, dijo, “México requiere un Estado eficaz, que le permita crecer a su verdadero potencial, un Estado eficaz que cuente con herramientas para asegurar a cada uno de los mexicanos el pleno goce de sus derechos individuales y sociales. Un Estado eficaz que sea cercano a la gente, un Estado que escuche a sus gobernados, que se identifique con su realidad y asuma como propias sus necesidades; un Estado donde la agenda pública se construya desde la mayoría de la sociedad y no desde intereses políticos de grupo.

“Hoy es innegable que el tema económico es la prioridad de la sociedad mexicana”.

Poco antes, con motivo de los programas estatales relacionados con los festejos del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, Peña había enlistado las potencias nacionales y se había hecho en público una pregunta:

“…Contamos con recursos humanos, talento e instituciones para lograrlo. En las crisis los mexicanos hemos dado muestras de capacidad, entereza y decisión para asumir retos, encararlos y superarlos.

“¿Qué nos hace falta entonces para hacer de México y de nuestro estado una sociedad de triunfadores, un espacio donde las mayorías tengan oportunidades de empleo, educación, salud y alimentación? ¿Acaso hay que esperar otros 100 años para hacer de México la potencia que está destinada a ser, pero que por múltiples factores, errores u omisiones hemos retardado?”.

Entonces habló del país compartido, de la visión de la responsabilidad, del entusiasmo, la disciplina y el “cambio con rumbo”, frase por cierto escuchada (pero no atendida) como advertencia ante el salto al vacío representado por la vagancia intelectual y política de Vicente Fox.

Pero este discurso sorprendió sólo a quienes han seguido con poca atención las intervenciones de Peña Nieto, especialmente las generadas después de la reunión de Davos. También en una célebre colaboración editorial en Reforma.

Mas no vayamos tan lejos. El pasado 26 de febrero Peña dijo en una reunión con industriales:

“… (Se necesita) alcanzar una mayor eficiencia del Estado mexicano, a fin de cristalizar un Estado eficaz, que esté a la altura de responder a las demandas sociales, así como de generar mayores satisfactores que la población demanda y crear condiciones de mayor bienestar… lo más importante es que tengamos brújula, que realmente no queramos solamente cambiar por cambiar las cosas… Esta situación demanda de los sectores público y privado una actuación orientada a propósitos comunes, generando sinergias para revertir los efectos de la crisis económica, y hoy más que nunca está a prueba la eficiencia con la que se debe actuar”.

Pero en la fiesta de ayer Peña agregó otros elementos importantes, lo cual alentó esperanzas de algunos y activó la censura de otros.

“No era tiempo aún de trazar un programa de gobierno”, decían. Pero como haya sido, Peña ya planteó una agenda nacional.

“Una reforma hacendaria con recursos necesarios y eficacia en el gasto, una moderna participación económica del Estado, cuya pauta sea la política social; un nuevo esquema de seguridad social con acceso universal a la salud y las pensiones, sin costos excesivos para empleadores y beneficiarios; educación moderna, actualizada y de vanguardia, para la competencia global, crear empleos suficientes para la satisfacción material y la realización personal de cada mexicano; fomentar mercados eficientes para alcanzar una mayor competencia económica, con una regulación benéfica al consumidor; simplificar la administración para detonar negocios y mantenerlos en la formalidad; promover la cultura, desarrollar grandes proyectos de infraestructura con utilización plena de los recursos aprobados, impulsar el crecimiento y equilibrio regional, a partir de nuevos polos de desarrollo ecológicos y una nueva revolución verde; alcanzar la plena integración económica con América del Norte, a partir de una relación de verdaderos socios y además con nuevos mercados estratégicos en el resto del mundo, entre otras cosas.

Todo un plan de futuro complementado con el anuncio de foros diversos para reflexionar colectivamente en los grandes asuntos nacionales, como en su tiempo los llamó Andrés Molina Enríquez.

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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