Instituto Electoral del Estado de México

Con la insistencia de la mercadotécnia cuya tenacidad sustituye en muchas ocasiones la calidad de los productos, los anuncios espectaculares de políticos en campaña en el estado de México, abundan hasta la repugnancia.

Es la guerra de los carteles, como se les llama a esos enormes “afiches”  sobre edificios y fachadas; no de los “cárteles”, así a estas alturas del juego nacional nadie se atreva a meter las manos en el fuego por nada ni por nadie.

Con fotografías de irreconocible retoque gracias al llamado “photoshop” los candidatos sonríen en la helada perfección de su mentira gráfica. Los emblemas esplenden, los lemas aturden por su inconcebible idiotez.

“La mujer tiene palabra”; “Diferente”, eran los lemas o frases con las cuales se buscaba la colocación del ”producto” y la persuasión del “comprador-elector” en la fracasada campaña presidencial panista  en la cual la misma candidata cuya ambición –tras la mustia máscara de no romper un plato– no se fatiga,  y busca ahora el cargo ejecutivo en el estado de México. Sin llenadera, sin llenadera…

Hoy la asamblea de neuronas de sus publicistas  ha decidido colmar los anuncios con una frase pretendidamente marmórea pero huera, absolutamente vacía: “Josefina, más que un cambio”.

Cuando hace algunos años Eulalio Ferrer publicó un larguísimo ensayo titulado “De la lucha de clases a la lucha de frases”, nos estaba diciendo en una línea cómo las ideas han sido sustituidas por la simple palabrería sin sentido ni contenido. Frases, palabras al aire, ausencia de ideas y por tanto de ideología. El imperio de la nada. El hueco, el hoyo negro de la política por donde se derraman millones y millones de pesos en propaganda cuyo efecto real esta aun por verse.

–¿Alguien se sentirá persuadido por el impacto de una frase en la cual una señora se anuncia a si misma como elegible por decirse “más que un cambio”: Cualquier cosa es más. Todo es más, según  la comparación o todo es menos.

Cambio, la palabra favorita de la grillería contemporánea.  La germinación es un cambio; también la maduración. Cambio es también la putrefacción, si a esas vamos. Todo cambia. Mutatis mutandis, nos dirían los latinistas y también los trasnochados.

No desparece la materia; solo se transforma.

No se corrige el ladrón, sólo cambia en apariencia. Delinque el delincuente de manera crónica. Mis ante el mentiroso. ¿Cambiar? Quién, qué y cómo. Y sobre todo, hacia dónde, con cual objeto, para qué.

Anunciar los cambios es manía de los políticos; es discurso infaltable y palabra incumplida. Siempre.

Pero si esos anuncios repugnan, los de Alfredo del Mazo, en la misma campaña mexiquense, y con  idéntica abundancia, simplemente causan pena ajena.

“Fuerte y con todo”.

El lema acompaña una fotografía en la cual Alfredo del Mazo III muestra un antebrazo escuálido y un bíceps inexistente. Camisa de cuadritos. El puño cerrado, como si ahí se pudiera concentrar toda la energía del mundo. Como el martillo de Thor, la telaraña de Peter Parker; la capa de Supermán o los murciélagos de Batman y las espinacas de Popeye.

Todo un superhéroe, pero de historieta.

La solución gráfica de su nombre –también en la publicidad exterior–, no es menos pueril, infantiloide. “Del (con letras verdes); el dibujo del puño (puñito) en blanco y Mazo con rojo.

Esta bien, así nos lo enseñaron de niños en el catecismo y cada quien a su manera ha pasado la vida a dios rogando y con el mazo dando, pero esto va más allá de cualquier sonsera. No importa si es una reminiscencia de aquel grito guerrero de la campaña colosista, “¡duro, duro!; el cual ya era menso y fallido.

Las campañas descienden por una irremediable pendiente de escasez política. Eso es puro cachondeo. No hay ideas, no hay propuestas más allá de banalidades como programas sociales incumplibles, dádivas sexenales para sustituir verdaderas transformaciones económicas y sociales. Pura palabrería sin  sentido ni viabilidad. Promesas, promesas en el aire.

Edificios sin cimientos ni pisos intermedios sobre los cuales no hay azotea.

Y de los otros candidatos, pues mejor ni hablar.

Delfina no tiene absolutamente nada en las alforjas como no sea la repetición interminable de los lugares comunes del redentorismo populachero (ni siquiera populista) de Andrés Manuel. Otra colección de zarandajas llenas de aire.

Y el candidato del perredé, Juan Zepeda, inteligente y preparado, pero hueco al fin, último en llegar a la fiesta triste, no tiene una organización para empujarlo ni una sola idea para diferenciarlo.

“Juan sí puede”.

A ver, a ver…

Author: Rafael Cardona

Rafael Cardona

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