Instituto Electoral del Estado de México

Su llegada como jefe de Gobierno de la CDMX implicará arreglar el desastre electoral de Claudia Sheinbaum en 2021, por lo que deberá observarse cómo opera una izquierda netamente clientelista, y esto coloca en riesgo a mucha gente del equipo de su antecesora. Batres quería el cargo, pero no como bateador emergente, un texto de Julián Andrade y Eme Equis

Por Julián Andrade

Así es la política. Puede no gustar, y hay diversas razones, que Martí Batres se convierta en el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, pero cobra sentido en lo que respecta a la idea que en la 4T tienen sobre lo que debe ocurrir en los próximos 15 meses.

Después de todo, es el número dos en la administración capitalina y lo pusieron ahí para arreglar el desastre, en términos electorales, que propició el equipo cercano de Claudia Sheinbaum en 2021.

Martí es senador con licencia, por lo que cuenta con la legitimidad del voto ciudadano, al que se sumará su aprobación sin contratiempos en el Congreso de la Ciudad de México.

Es curioso, sin embargo, que Sheinbaum no haya tenido la disposición o la fuerza para colocar a alguien de su entera confianza, porque con su relevo no la tiene, al grado de que le plantó dos candados, Omar García Harfuch en lo que respecta a la seguridad pública y Luz Elena González para las gestiones técnicas que, en resumen, significan la gestión del presupuesto. 

Sheinbaum se va, pero no quiere hacerlo. Es la trampa en la que caen todos los exjefes de Gobierno y es la decepción que se llevan cuando constatan que las cosas ya no son como ellos quisieran. 

¿Cómo terminará el triunvirato? Mal, porque no responde al marco legal y mucho menos a la correlación del peso específico de los involucrados, una vez que pasen las semanas y los meses.

Pero Batres como jefe de Gobierno implicará, por necesidad, observar cómo acciona una izquierda netamente clientelista, con las riendas de la administración. 

Hasta ahora, el nuevo responsable de conducir los destinos de la ciudad más importante del país ha contado con frenos y equilibrios, con mandos a los que responder de modo más o menos cotidiano, pero ya no será así. 

Esto coloca en aprietos a muchos integrantes del gabinete de Sheinbaum y en particular a los que fueron formados en la academia o provienen de experiencias de la sociedad civil. 

Están a punto de experimentar la evolución de la 4T en lo que siempre se ha perfilado, una expresión populista, lejana de los compromisos democráticos y reacia al debate. 

También será una prueba para la izquierda sentimental, esa que cree que el autoritarismo que se fortalece de manera acelerada es solo una coyuntura que cambiaría con el tiempo. Son los que todavía creen que la llegada de Sheinbaum a Palacio Nacional corregirá los excesos. 

Se les acabaron las coartadas y tendrán que asumir lo que generaron y respaldaron en estos años. 

Batres no engaña ni se engaña. Lo que escandaliza a algunos sectores, sobre todo las maneras que tiene de hacer política, para él son naturales y le han rendido frutos. 

Sobrevivió al despreció de Marcelo Ebrard, quien lo corrió de la Secretaría de Desarrollo Social, y seguramente se cobrará el agravio cuando sea pertinente y esto puede ser en las semanas que siguen, las de la contienda interna para buscar candidato presidencial. 

Nadie dude que los recursos y las posibilidades que provienen del despacho principal del Palacio del Ayuntamiento se van a utilizar y sería raro que no se hiciera así. Lo que está en disputa es muy grande.

Escribía, con agudeza, Luis Velázquez en su columna Contra Golpe de Capital-CDMX, que estaremos frente a un jefe de Gobierno enojado, porque en realidad sufrió una derrota. 

Batres sí aspiraba al cargo, pero no como bateador emergente y mucho menos asumiendo la responsabilidad de lo que será la posición más riesgosa para la 4T en 2024, porque la oposición sí puede ganar la contienda.

Astuto, como es, Batres sabe que, si se impone Morena, el éxito será del presidente López Obrador y de Sheinbaum, pero si se pierde, ya tienen a quien culpar de la derrota. Menuda tarea la que le espera.

Esta situación, sin embargo, puede ser una buena noticia para el conglomerado de partidos y expresiones sociales que se agrupan en Va por México. 

Están en posibilidades de ganar si hacen las cosas de la manera correcta, buscando un acuerdo amplio, con perfiles que alienten un voto por el cambio. 

La narrativa ya se les dieron y la tendrán respecto a lo que ocurra a partir de ahora en la Ciudad de México.

 @jandradej